Gudea es quizá la figura más representativa de la civilización
sumeria en su apogeo, hacia el 2150 a.C. Esta cultura nació al sur del
actual Iraq; en el seno de una muy numerosa población donde se dio por
primera vez una organización estatal, en el curso del IV milenio. Los
sumerios fueron desde entonces los educadores de los pueblos vecinos, y
estos acogieron la escritura sumeria adaptándola a su lengua. Pero
hacia el 2350, sus vecinos semitas eclipsaron la vieja civilización
creando un imperio militar, en el seno del cual las ciudades sumerias no
eran más que vasallas.
Los invasores montaraces destruyeron este imperio, y Gudea supo
aprovecharlo para patrocinar un renacimiento encarnado en gran parte por
los escribas, que eran los "intelectuales" de la época.
Él mismo fue escriba y redactó grandes poemas celebrando la
construcción de los templos de Girsu, la capital del Estado de Lagash.
Los dioses sumerios estaban muy cerca de los humanos y eran concebidos
como protectores. Gudea tenía un dios personal, una especie de ángel
guardián llamado Ningishzidda, el Señor de la auténtica madera,
que personificaba la nueva vegetación y el sol que, después del
invierno, sale cada mañana como un joven héroe. Sus emblemas eran la
serpiente y el dragón-serpiente alado, guardián de su dominio
subterráneo.
Estos emblemas forman en realidad el símbolo del caduceo: el bastón
al que se agarran las serpientes expresa poder; las serpientes,
sabiduría; y las alas, diligencia. Podemos contemplarlo en este vaso
litúrgico, encontrado en Sirpula, y que tiene una especie de pico que
permite verter un hilillo de agua, evocando la venida de las aguas que
fertilizaban el suelo y calman la sed de los humanos y de los animales.
La inscripción sumeria, en escritura cuneiforme, dice lo siguiente:
«A Ningishzidda, Su Dios, Gudea, ensi (príncipe de Lagash) ha
dedicado (esto)».
|