Los hititas se establecieron en Asia Menor a principios del III
milenio antes de nuestra era, creando un Imperio que duró hasta el año
1225 a.C., aproximadamente. Su religión absorbió los cultos de otros
pueblos, como los hati y los hurritas, recibiendo también
una gran influencia de la religión babilónica.
Según la mitología hurrita e hitita, en un principio era el dios
Alalu quien ostentaba la Realeza en los Cielos, pero tras nueve años de
reinado fue combatido y expulsado a la “Tierra Sombría” por el dios
Anu. Éste dominó el Cielo por otros nueve años, siendo a su vez
combatido y destronado por el dios Kumarbi. Nuevas luchas acaban con el
poderío de Kumarbi, ensalzándose al trono Teshub, el Dios de la
Tempestad y las Tormentas.
En los tratados de los hititas con los egipcios, unos y otros nombran
a sus dioses para conjurar maleficios sobre los firmantes que faltaran a
lo pactado, y el dios de los hititas siempre mencionado es Teshub. Se le
llama también Señor del Cielo, Señor de los Hati, Señor de los
Campos, del Socorro y de las Montañas, conociéndosele santuarios en
más de doce ciudades hititas. Posteriormente, los romanos adoptaron
esta deidad hitita bajo el nombre de Júpiter Sabazios, que gozó de
gran popularidad en el siglo III d.C.
La representación de Teshub que vemos en esta pieza constituye un
prototipo que aparece repetido en los ambientes siro-fenicios, de claro
origen egipcio, aplicado a dioses como Reshef, Baal, Adad y otros.
Adoptando la típica postura de marcha, Teshub se nos muestra con
aspecto de guerrero: indumentaria ceñida al cuerpo, cinturón con
espada, en una mano el manojo de rayos o tridente de relámpagos, y en
la otra una especie de cetro o látigo simbólico (en algunas
representaciones sostiene un hacha). Tiene una gran barba, y puede verse
el extremo de una larga coleta que le cae por la espalda. Luce un casco
o tiara con cuernos de toro (animal que simboliza fecundidad y poder).
Según el mito, cuando Teshub andaba sobre las nubes iba llevado por el
toro que muge en la tormenta.
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