Los artistas del antiguo oriente sintieron siempre predilección por
las representaciones de animales, en la creencia de que simbolizaban las
potencias elementales de la Naturaleza mejor que el hombre. Bajo este
concepto, debían servir como atributos de los dioses y fue así que el
perro se convirtió en compañero de Gula, diosa de la Medicina -tal
como lo fue Esculapio entre los griegos-. Pero más antiguamente, era
considerado sobretodo como un buen guardián, y es por esta razón que
un sacerdote de la ciudad sumeria de Girsu (actualmente, Tello) hizo
esculpir este perro, hacia el año 1900 a.C., con la siguiente
dedicatoria:
«A la diosa Nin-isina, la Dama que escucha las oraciones, su
protectora, por la vida de Sumu-ilum, rey de Ur, el sacerdote
estático Abba-duga (el Padre es bueno), hijo de Urukagina, el gran
chantre de la ciudad de Girsu, ha dedicado esta ofrenda cuyo nombre
es...».
Desgraciadamente este nombre o forma de plegaria es un enigma para
nosotros: la «Planta de la vida» era mencionada, pero el resto es
ilegible.
Este perro guardián era destinado a ser colocado en un templo, ante
la estatua de la diosa, a fin de presentar una ofrenda que se colocabaen
el recipiente fijado sobre su lomo.
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