En los clásicos griegos se habla a menudo de los doríforos o
lanceros persas. Iban provistos de una larga pica, que terminaba con una
bola o granada, y llevaban además el arco y el carcaj cilíndrico a la
espalda. Antes de que se prestara atención a los relieves de
Persépolis, donde aparecen algunos de ellos, se hicieron ya famosos los
del «friso de los arqueros», desde que en 1884 fueran descubiertos a
raíz de las excavaciones de N. Dieulafoy, en Susa. Estos han
constituido uno de los temas que el arte ha hecho más populares,
apareciendo en todas las enciclopedias como inevitable ejemplo del arte
persa y aun como modelo de belleza.
El original de este «friso de los arqueros» persas, compuesto de
ladrillos moldeados y vidriados, mide 1,83 m de altura, y se encontró
en la Apadana o sala del trono del palacio real de Darío I, en
Susa. Aunque los ladrillos vidriados habían sido también utilizados
por los asirios, la técnica de los ladrillos vidriados, esmaltados y
policromados de Susa tiene su mejor antecedente en Babilonia; de hecho,
Darío escribirá que artesanos babilonios se encargaron de los
ladrillos de Susa, quienes fueron los primeros en desarrollar con
maestría esta técnica.
La pieza que aquí presentamos es un fragmento que representa a uno
de esos doríforos del también llamado «friso de los
inmortales», pues el Gran Rey -como era llamado el monarca aqueménida-
tenía una guardia personal de 10.000 veteranos, a los que algunos
escritores clásicos denominan «los inmortales» (en cuanto uno caía
en el campo de batalla instantáneamente se nombraba otro que le
reemplazaba). Perrot sugirió que alineados en el pórtico de Susa
presentaban armas al paso de su señor; pero por el movimiento de los
pies, creemos que el artista ha tratado de representarlos andando, uno
tras otro en hilera simbólica, por los luengos caminos del Asia
Occidental para mostrar algo del «pensamiento, palabra y acto» del
«reino de la integridad» prescritos en el Avesta.
El conjunto tiene un colorido excepcional. El vestido es uniforme: la
larga túnica de anchas mangas está ricamente decorada, y todo el borde
de las mangas está recorrido por una cenefa de rosetas. No se podía
imaginar un atuendo más apropiado para el vestido de un guardia real
persa.
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