Fotografia de la Pieza  

Freno de

caballo

 

 

Luristán. Persia.

Hacia 1000-600 a.C.

Original en bronce

 

Alto: 12, ancho: 10,5, prof.: 1,3

 

Bronce Fundición

185 €

 

A finales de los años veinte, el comercio clandestino de antigüedades de Kermanshah y Teherán comenzó a dar salida a una gran cantidad de bronces, como enseñas, cascos, escudos, armas, arneses de caballo, adornos, alfileres de diseños particularmente extraños, etc., que en breve llegarían a los más importantes museos y colecciones occidentales. Después de las oportunas investigaciones, se supo que en 1928, un campesino de Lur (Irán) que trabajaba su campo, encontró casualmente los primeros de esos bronces al tropezar con una antigua tumba. Todos estos bronces son conocidos generalmente como «bronces de Luristán».

Sabemos poca cosa de los pueblos que habitaron estas tierras en el corazón del los montes Zagros, pero quizá los bronces fueran parte fundamental de su cultura. Al contemplarlos, lo primero que destaca es la calidad de casi todos los trabajos y la variedad de conocimientos de los que hicieron gala los artesanos de Lur; la fundición a la cera perdida era la técnica más común, pero también se usaron el martilleado y otros trabajos de detalle y afinamiento. Conocían técnicas muy depuradas en el trabajo de las láminas, fundición y soldadura, y su artesanía en bronce es tan importante, que bastaría por sí sola como fuente primaria para el conocimiento del arte de la zona.

Las gentes de Luristán eran criadores de caballos, y con toda seguridad, excelentes jinetes; prueba de ello son la gran cantidad de bronces relacionados con el adorno y monta del caballo. Se ha dicho que en algunas tumbas aparecieron huesos de caballo, lo que confirmaría el carácter de frenos para bridas que se atribuyó a muchos de esos bronces. Pero el verdadero uso de los “frenos” de Luristán es todavía un enigma. Es cierto que van de dos en dos, aparejados por un barrote transversal que pasa por un agujero que tiene cada uno de los bronces en el centro; y cada uno tiene también su anilla, que parece podía servir para colgar las riendas... Pero, por otro lado, salvo que su uso fuera meramente decorativo, parece impropio utilizar esas placas, a veces con puntas y cuernos penetrantes, para animales de carne y hueso. Por tanto, si hemos de seguir llamando frenos a estas piezas, deberíamos quizás suponer que fueran piezas utilizadas con algún fin ritual o funerario, en relación con el caballo, pero no para uso cotidiano.

Los frenos típicos de las monturas parecen haber sido los de bocado rígido, o bocado de una pieza, como éste que aquí presentamos, aunque también utilizaron frenos con bocados articulados, de procedencia esteparia. Los artistas emplearon mucha fantasía en la decoración de estas piezas, con un gran sentido de la estética.

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