A comienzos del año 1935 fueron descubiertas en la meseta de Alaca
Hüyük, las famosas 14 tumbas reales, en las que se encontraron
estatuillas de bronce, armas, joyas, recipientes, objetos de cerámica,
fragmentos de tejidos, etc., que pusieron de manifiesto la madurez y el
profundo sentido artístico de los artesanos de aquella ciudad. Según
los datos estratigráficos, esta necrópolis real estuvo en uso durante
dos siglos, entre los años 2300 y 2100 a.C.
En los ajuares encontrados se demuestra que los anatolios poseían un
gran conocimiento de las técnicas más exigentes en el tratamiento del
bronce y de otros metales: el fundido a la cera perdida, el chapado en
plata, el batido de la lámina, el repujado, el acanalado por martilleo,
el grabado a cincel, y la ataujía, entre otras. Gracias a este buen
saber, los recipientes aparecen con sorprendentes adornos de temas
geométricos, círculos, cruces gamadas, líneas onduladas, etc. Se
trata de una artesanía muy distintiva en la que resalta la personalidad
de Anatolia.
Pero de entre todos los objetos hallados en las tumbas de Alaca,
merecen resaltarse las figuras de animales -toros y ciervos,
especialmente-, y unos estandartes o insignias con imágenes de
supuestos discos solares, discos calados con animales, y grupos de
éstos en combinaciones diversas. Además de por su técnica, estas
figuritas nos llaman la atención por su extraña apariencia. Fundidas
con su peana en un solo bloque -todas ellas poseen en la base una espiga
de fijación-, se supone que podrían haber estado unidas en su día a
un soporte perdido, habiendo quizás servido como estandartes, símbolos
de clanes o adornos de lechos funerarios, muebles o carros.
Cada tumba tiene un sólo tipo de estandarte, que puede ser sencillo
o doble, y suele estar ornamentado con brotes o yemas en la base, a modo
de cuernos. Generalmente, los estandartes tienen forma de medio disco o
anillo, a través de cuyo centro pasa algún animal: toros, ciervos, o
un asno, como en uno de los que aquí contemplamos. Es difícil saber
qué función cumplirían estos estandartes, pero cabe pensar que fueran
el distintivo de acciones gloriosas, o de la más alta nobleza.
El toro es un animal muy frecuente en las representaciones
artísticas de muchos pueblos. Su simbolismo es algo complejo, pero
puede afirmarse que en las culturas orientales el toro expresa la idea
de poder.
En
cuanto a los ciervos, es fácil comprender su presencia en las tumbas,
puesto que el ciervo es símbolo de renovación (sus cuernos se renuevan
anualmente). La semejanza de la cornamenta con las ramas arbóreas ha
ligado simbólicamente al ciervo con el árbol de la vida, y en general
se han atribuido a este animal unas cualidades muy favorables, e incluso
mágicas, teniéndose por buen presagio encontrarse con un ciervo, sobre
todo si es blanco. Se sabe que el ciervo tiene una gran sabiduría
instintiva para reconocer las plantas medicinales, y su gracia, su
belleza y su agilidad son proverbiales. Uno de los ciervos aquí
presentados lleva incrustaciones circulares en su cuerpo, que
representan signos solares. |