Fotografia de la Pieza  

Hanuman

 

 

India.

 

Alto: 20, ancho: 5, prof.: 10

 

Bronce Fundición

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El dios-mono Hanumân es hijo de Vayu, dios del Aire, y de una virtuosa deidad. Quizá, por causa de este parentesco goza de una fuerza física casi ilimitada. Cuando le puede resultar útil a su dueño Râma, franquea de un salto el brazo de mar que separa la India de Ceilán e, incluso, repite ese alarde llevando en los brazos toda una montaña. Un día que su medio-hermano Bhima insiste para verle bajo su forma divina, toma tales proporciones que cubre todo el bosque, y se eleva tan alto como los montes Vindhya, y, por su esplendor, parecido al del Sol, obliga a Bhima a cerrar los ojos. Y dijo a Bhima: “¡Oh, tú sin pecado!, sólo eres capaz de verme hasta estas dimensiones que he tomado, pero puedo aumentarlas tanto como quiera”.

Sin embargo, no es esa fuerza a lo que debe su renombre, sino a la combinación de una poderosa virilidad y una total castidad, gracias a las cuales es el modelo del perfecto servidor de Dios, del perfecto adorador.

La mayor parte de los episodios mitológicos que se relacionan con él se sitúan en la epopeya de Râma, a cuyo servicio se consagra totalmente. Después de una gran victoria, Râma distribuía a todos sus colaboradores prodigiosas riquezas. A Hanumân le dio un magnífico collar de perlas finas y Lakshmana, el hermano de Râma, se indignó: “¿Cómo podría un mono apreciar unas perlas?”. “Síguele -respondió Râma- y mira lo que hace con ellas”. Entonces vio que Hanumân tomó una perla entre sus dientes, la rompió, miró cuidadosamente los trozos y la tiró. Lo mismo hizo con una segunda y con una tercera. Cada vez más indignado, Lakshmana fue a contárselo a su hermano. “Pregúntale por qué actúa así”, replicó Râma sin turbarse. Cuando Lakshmana planteó la cuestión, Hanumân respondió: “Estas perlas no tienen ningún valor, porque no contienen el nombre de mi Señor Râma”. “Y tú -dijo Lakshmana fuera de sí- ¿tú tienes en ti el nombre de mi hermano?”. “¡Mira!”, respondió sencillamente Hanumân, y con las uñas se desgarró el pecho, dejando al desnudo su corazón. En él llameaba el santo nombre de Râma.

Con esto vemos que Hanumân era el fiel aliado de Râma, y con su ingenio y audacia sin igual, ayudó al avatar de Vishnú a vencer por fin al rey-demonio de Lankâ, Râvana, que había arrebatado a la bella Sîtâ, esposa de Râma, ultraje que causa la famosa guerra descrita en el poema del Râmayana.

Hoy en día se considera a Hanumân un ser divino, y en algunos lugares de la India es fervientemente adorado. A los monos se les considera sus representantes, de ahí que muchos templos estén llenos de ellos y esté visto como un acto meritorio el alimentarles y como un acto sacrílego el molestarles.

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