El dios-mono Hanumân es hijo de Vayu, dios del Aire, y de una
virtuosa deidad. Quizá, por causa de este parentesco goza de una fuerza
física casi ilimitada. Cuando le puede resultar útil a su dueño
Râma, franquea de un salto el brazo de mar que separa la India de
Ceilán e, incluso, repite ese alarde llevando en los brazos toda una
montaña. Un día que su medio-hermano Bhima insiste para verle bajo su
forma divina, toma tales proporciones que cubre todo el bosque, y se
eleva tan alto como los montes Vindhya, y, por su esplendor, parecido al
del Sol, obliga a Bhima a cerrar los ojos. Y dijo a Bhima: “¡Oh, tú
sin pecado!, sólo eres capaz de verme hasta estas dimensiones que he
tomado, pero puedo aumentarlas tanto como quiera”.
Sin embargo, no es esa fuerza a lo que debe su renombre, sino a la
combinación de una poderosa virilidad y una total castidad, gracias a
las cuales es el modelo del perfecto servidor de Dios, del perfecto
adorador.
La mayor parte de los episodios mitológicos que se relacionan con
él se sitúan en la epopeya de Râma, a cuyo servicio se consagra
totalmente. Después de una gran victoria, Râma distribuía a todos sus
colaboradores prodigiosas riquezas. A Hanumân le dio un magnífico
collar de perlas finas y Lakshmana, el hermano de Râma, se indignó:
“¿Cómo podría un mono apreciar unas perlas?”. “Síguele
-respondió Râma- y mira lo que hace con ellas”. Entonces vio que
Hanumân tomó una perla entre sus dientes, la rompió, miró
cuidadosamente los trozos y la tiró. Lo mismo hizo con una segunda y
con una tercera. Cada vez más indignado, Lakshmana fue a contárselo a
su hermano. “Pregúntale por qué actúa así”, replicó Râma sin
turbarse. Cuando Lakshmana planteó la cuestión, Hanumân respondió:
“Estas perlas no tienen ningún valor, porque no contienen el nombre
de mi Señor Râma”. “Y tú -dijo Lakshmana fuera de sí- ¿tú
tienes en ti el nombre de mi hermano?”. “¡Mira!”, respondió
sencillamente Hanumân, y con las uñas se desgarró el pecho, dejando
al desnudo su corazón. En él llameaba el santo nombre de Râma.
Con esto vemos que Hanumân era el fiel aliado de Râma, y con su
ingenio y audacia sin igual, ayudó al avatar de Vishnú a vencer por
fin al rey-demonio de Lankâ, Râvana, que había arrebatado a la bella
Sîtâ, esposa de Râma, ultraje que causa la famosa guerra descrita en
el poema del Râmayana.
Hoy en día se considera a Hanumân un ser divino, y en algunos
lugares de la India es fervientemente adorado. A los monos se les
considera sus representantes, de ahí que muchos templos estén llenos
de ellos y esté visto como un acto meritorio el alimentarles y como un
acto sacrílego el molestarles.
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