En la escultura sagrada de la India, todos los dioses aparecen
representados con la ornamentación y los atributos que a cada uno le
corresponden: los objetos que tienen en la mano (armas, estandartes...),
su postura, su gesto, su peinado, e incluso la montura (vâhana),
que es el animal generalmente unido al dios. Así, el toro está con
Siva; Parvati lleva el tigre; Ganesa la rata; Kârtikeya y Saravastî el
pavo; Laksmi e Indra el elefante; y Vishnú el águila de oro,
Garuda, el mítico Pájaro-Sol.
Garuda (también llamado Superna) es un ser mitad hombre, mitad
águila, sobre cuyo origen existen diversas leyendas. Según una de
ellas, Garuda era hijo de Kasyapa y Diti. Esta prolífica dama puso un
huevo que, conforme estaba predicho, le iba a dar un libertador de
algún gran demonio. Tras un período de quinientos años, Garuda nació
del huevo, voló a la morada de Indra, extinguió el fuego que le
rodeaba, conquistó a sus guardianes y descubrió el amrita que
le permitió liberar a su cautiva madre. Unas pocas gotas de este
inmortal brebaje cayeron en algunas hierbas Kusa por lo que
llegaron a ser eternamente consagradas; las serpientes (nâgas,
de las que Garuda es enemigo mortal), codiciosas de lamer el amrita,
se laceraron sus lenguas con la afilada hierba, de forma que desde
entonces han permanecido bifurcadas; sin embargo se aseguraron el don de
la inmortalidad al poder beber del amrita.
Tan pronto como Garuda nació, su cuerpo se expandió hasta tocar el
cielo; los otros animales quedaron aterrados. Sus ojos eran como
relámpagos. Las montañas fueron ahuyentadas con el viento producido
por el aleteo de sus alas. Los rayos que salían de su cuerpo pegaron
fuego a las cuatro esquinas del mundo. Los aterrados dioses, imaginando
que Garuda pudiera ser una encarnación de Agni, acudieron a esta deidad
en busca de su protección.
A Garuda se le representa en pinturas y esculturas de varias formas.
Algunas veces tiene cara humana y cuerpo de pájaro; otras veces aparece
con la cabeza y las alas de pájaro pero cuerpo humano, bien con garras
de pájaro o bien con manos humanas, como en la pieza que aquí
presentamos, en la cual Garuda muestra un espléndido plumaje en las
alas adheridas a sus brazos. Estos se hallan extendidos hacia arriba,
terminando en una difícil posición de las manos. |