En el transcurso del siglo VII dos dinastías trataron de dominar el
Deccán: los chalukya en el noroeste y los pallava en el sudeste. Sin
embargo, al lado de estos dos grandes reinos habían estados cuya
importancia no puede ignorarse, como el de los ganga de Maiser.
El reino de los chalukya se constituyó a comienzos del siglo VI. La
capital estaba entonces en Ahihole, ciudad que ofrece toda la gama de
las diferentes fases de la arquitectura chalukya, pero fue trasladada a
Vatapi (actualmente Badami) a mediados de siglo.
El reinado de Pulakesin II (609-642) marcó el apogeo de los chalukya
de Badami. Este rey cerró la ruta a Harsa y arrebató a
Mahendravarman I, pallava, la región de Andhra, donde creó el reino
de los chalukyas orientales, con Vengi como capital. Sin embargo, la
lucha contra los pallava no terminó aquí; ésta se reanudó, y
Pulakesin, vencido, desapareció en el desastre; la guerra que continuó
a pesar de la desaparición del monarca chalukya, dejó a ambos reinos
exhaustos.
Artísticamente podemos encontrar, en la segunda parte del período
clásico, el dominio del altorrelieve brahmánico, donde la escultura se
opone a la dulzura y serenidad búdica dominando el ritmo violento y el
dinamismo de los personajes.
Los Gandharvas son los cantores en el cielo de Indra, o músicos
celestes de la India. Según el Vishnu Purana, eran hijos de
Brahma y nacieron bebiendo la «diosa del habla», de ahí su nombre (gam
dhayantat, “bebiendo el lenguaje”). Tuvieron como esposas a
las preciosas aunque frágiles Apsaras, y cuando Indra estuvo en peligro
de perder su trono y otros dioses pasaron por algún apuro semejante a
causa de las austeridades de algún devoto, se encargó a algunas de las
más atractivas visitarles y distraer sus mentes.
En Los Vedas, estas divinidades revelan a los mortales los
arcanos del Cielo y de la Tierra, y la ciencia esotérica. Tenían a su
cuidado la planta del sagrado Soma, cuyo jugo es la ambrosía o néctar
que da la omnisciencia.
Cósmicamente,
los Gandharvas son las potencias agregadas al fuego solar y constituyen
sus fuerzas. Psíquicamente son la inteligencia que reside en el rayo
solar. Místicamente, son la fuerza oculta en el Soma. Físicamente, son
las causas del sonido y la «Voz de la Naturaleza». Por esto son
denominados los 6.333 cantores celestes y músicos del paraíso de Indra
(dios del firmamento, rey de los dioses siderales) que personifican los
múltiples sonidos de la Naturaleza. En las alegorías posteriores se
dice que tienen un místico poder sobre las mujeres y que son
aficionados a ellas. El significado esotérico es claro. Son una de las
formas, si no los prototipos, de los Ángeles de Enoch, los Hijos de
Dios, que vieron que las hijas de los hombres eran hermosas (Génesis
VI), se casaron con ellas y enseñaron a las hijas de la Tierra los
secretos del Cielo. |