La India fue un inmenso crisol en el que e fundieron en un arte de
múltiples facetas las diversas culturas de los pueblos que penetraron
en ella por la frontera septentrional. La llegada de los griegos, de la
mano de Alejandro Magno, provocó en la región de Gandhara un nuevo
impulso artístico por la asimilación de elementos extranjeros, pero
los grandes temas siguieron siendo eminentemente indos.
Las estatuas de Buda (y de los Bodhisattvas) alcanzan, generalmente,
la mitad del tamaño natural, mientras que las figuras de los relieves
oscilan entre los 2,5 y los 13 cm. Nadie ha podido superar a los
escultores Gandhara en el estudio de las proporciones naturales del
cuerpo humano.
Todas estas estatuas y relieves presentan inequívocamente un estilo
romano provinciano (o para ser más precisos, sirio-helenístico
tardío), lo cual explica que los tipos de las figuras repitan los
modelos helenísticos; por ejemplo, Apolo se «transforma» en el Buda o
en un Bodhisattva.
Buda, el Iluminado, el creador de la gran filosofía de la
liberación, enseñó sobre la reencarnación, el camino para la
superación del dolor y cómo llegar al Nirvana. Por lo tanto, no es de
extrañar que sus representaciones transmitan una inmensa serenidad
llena de sabiduría y una dignidad alegre y tranquila.
La cabeza aquí representada es típica para las imágenes del Buda
de la fase tardía del arte Gandhara: rostro ancho, pero facciones
regulares; labios voluptuosamente trazados; párpados pesados y
elegantes curvas de nariz y ojos. Como todas las esculturas de Gandhara,
también esta obra estaba originalmente pintada de color.
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