Literalmente, Bodhisattva quiere decir: «Aquel cuya esencia (sattva)
se ha vuelto inteligencia iluminada (bodhi)», es decir, aquel a
quien, según antiguas enseñanzas, sólo le faltaría una encarnación
más para llegar a ser Buda perfecto, esto es, para alcanzar el Nirvana,
la liberación de todas las ataduras terrenales.
En el período de transición correspondiente a los siglos I-IV se
desarrollan nuevos estilos. En Pakistán (antiguo Gandhara) aparece la
escuela llamada greco-búdica. La escultura es el arte que mejor
representa a este período. En Gandhara se trabaja sobre pizarra; su
estilo se caracteriza por prevalecer las influencias helenísticas tales
como los ropajes mojados al modo clásico, con los rostros de nariz
recta, la cabellera ondulada y las bocas firmemente dibujadas y
subrayadas, en le caso de los hombres, por un fino bigote.
Esta pieza cumple bastante fielmente las características
greco-búdicas. Estos bodhisattvas, santos budistas, son representados
con una orla que circunda la cabeza; vestidos pero con el torso desnudo;
cabellos largos y llevando joyas, ya que antes de su renuncia, Sakya
Muni, era un príncipe real.
Por regla general, las más bellas y expresivas imágenes búdicas
son representaciones de Bodhisattva: poseen una dulzura y una fuerza
emotiva que se echa de menos en las de Buda, un tanto más austeras.
Como muestra de ello tenemos este bello Bodhisattva encontrado en la
ciudad de Taxila, que fue un antiguo centro de comercio y de enseñanza
superior, situada en el agradable valle de Haro, a unos treinta
kilómetros al noroeste de Rawalpuid, al pie de los montes Hazara. Esta
ciudad fue ocupada por Alejandro tras su victoria sobre Poro y fue
capital de provincia bajo los mauryas. Sirvió de residencia a los reyes
indogriegos y luego a los escitas, y siguió siendo una gran ciudad
hasta que los hunos la destruyeron en el siglo V. |