Fotografia de la Pieza  

Avalokitesvara

con corona

 

 

 

India. Budismo del Norte.

Siglos III a XII.

 

Alto: 53, ancho: 24, prof.: 32

 

Basalto

Consultar

 

Los artistas al servicio del budismo (casi siempre anónimos) buscaban ante todo representar las imágenes sagradas con una belleza estilizada, un esplendor suntuoso, y una idealización que sugiriesen un estado más allá del puramente humano. Por ello representaban sus iconos sin edad, sin pasiones..., con una expresión compasiva e introspectiva, tal como se refleja, precisamente, en la cabeza de Avalokitesvara que aquí presentamos.

Avalokitesvara es un término del sánscrito que significa «el Señor que mira hacia abajo», con el cual se identifica al «Bodhisattwa de la compasión». En China se le llama Kuan Yin («el que se ocupa del llanto del mundo»), en Japón, Kannon, o Kwannon («la diosa de la misericordia»), y en Tíbet, Chenrezi o Padmapâni («el portador del loto»). Bajo una interpretación exotérica, en el Tíbet es Padmapâni, el primer antecesor divino de los tibetanos, la completa encarnación o Avatar de Avalokitesvara (también se considera encarnación de éste último a cada Dalai Lama, «Océano de Sabiduría»). Pero en la filosofía esotérica, Avaloki, el «mirador» (que mira abajo), es el Yo superior, el espíritu divino en el hombre.

Un texto que se utiliza con frecuencia en las liturgias es la sección en verso del Avalokitesvara Sutra, un extracto del Sutra del Loto, que expresa una profunda devoción:

“¡Atención verdadera, serena, extensa y sabia, compasiva, atención piadosa, siempre deseada, siempre buscada! De resplandor puro y sereno, el Sol de la Sabiduría destruye la obscuridad... ley de la piedad, estremecimiento como ante el trueno, compasión maravillosa como una gran nube, que vierte agua espiritual cual néctar, apagando las llamas de la angustia!”.

El Avalokitesvara Sutra dice que Avalokitesvara responderá instantáneamente a quienes «invoquen su nombre con toda su mente». «Por la virtud del poder de la majestad de este Bodhisattva» no serán quemados por el fuego; se les salvará del mar tempestuoso; las bestias salvajes amenazantes huirán; los corazones de los enemigos asesinos se orientarán hacia la bondad; la mujer tendrá un niño virtuoso... Y los devotos también serán liberados del apego, del odio y la ilusión. Para implorar su ayuda es especialmente usada la fórmula mística «Om mani padme hum», cuyos sonidos sagrados constitu­yen uno de los mantras más conocidos en el budismo del norte.

Las estatuas y pinturas de Avalokitesvara son muy abundantes. A veces aparece representado como mujer (sobre todo en China y Japón), y otras veces, con “mil” brazos y once cabezas. Cuenta un relato que, después de trabajar muchos años para alcanzar la Iluminación y una vez en conoci­miento de la Suprema Verdad, Avalokitesvara no quiso dejar el mundo del sufrimiento mientras quedara en él un solo ser doliente; hizo entonces el voto del Bodhisattva: no dejar el samsara, la vida ilusoria, hasta que todos los seres hubieran salido de la ignorancia; pero viendo a tantos seres sufriendo en los infiernos, su espanto y sus lágrimas le llevaron a desesperar momentá­neamente de cumplir su voto de salvarles a todos; entonces su cabeza se partió en diez pedazos, como dijo que sucedería si alguna vez abandonaba su resolución, pero el Buda Amitabha le devolvió la vida para que renovara su voto; hizo una nueva cabeza de cada fragmento, montándolas todas sobre los hombros de Avalokitesvara, y las coronó con una réplica de su propia cabeza, como símbolo de que continuaría inspirándole en su obra.

Generalmente, Avalokitesvara es representado con corona y con las vestimentas de la realeza, en lugar de las túnicas monásticas de Buda. Sus atributos son el loto (padma), el rosario (mala), la jarra de agua (kamandalu), y con la mano derecha hace el signo de donación (varada), o de paz (abhaya). En la pieza que aquí presentamos, le vemos con una gran corona, el cabello asomándole por la frente, y una pequeña figura de Buda en la parte superior.

Con la llegada del budismo a China (a partir del siglo I d.C.), el arte de la India penetra también en este país. De ahí que esta escultura sea muy semejante a otra cabeza de Avalokitesvara perteneciente a la China de la época Tang (618-907), y que fue presentada por el Museo Guggenheim de Bilbao en 1998, durante la exposición: “China, 5.000 años”.

© Taller HORUS