victoria  

Victoria de

Samotracia

 

 

 

Isla de Samotracia.

Siglo III a.C.

Original en mármol de Paros.

Museo del Louvre. París.

 

Alto: 33, ancho: 21, prof.: 16

 

Mármol

395 €

 

Según su mitología, fueron sus padres el Valor y la Fuerza. Su culto se remonta, según parece, a las religiones itálicas (pre-romanas), apareciendo de forma oficial con la fundación de Roma. Pero la institución de la Victoria como Divinidad tutelar del Imperio romano se debió a Augusto, el cual levantó a la Diosa un altar en la Sala de Sesiones, presidien­do las deliberaciones del Senado. Sobre este altar, cada senador ofrecía a la Victoria incienso y vino antes de tomar posesión de su cargo. Cuando el Senado pronunciaba los votos solemnes por la salud del emperador, todas las manos se tendían hacia la Diosa «que había salvado al Mundo», y hacia Ella se tendían también cuando, con el advenimiento de un nuevo príncipe, se le juraba lealtad al mismo. Todos estos ritos se practicaron sin interrupción hasta el triunfo del Cristianismo. Posteriormente se intentó derogar su culto, siendo este reimpulsado por el gran emperador Juliano.

En cuanto a estatuas, altares y templos, la Victoria los tuvo por todo el Imperio, pero sobre todo en las zonas fronterizas, pues era venerada muy especialmente por la casta guerrera. Cada Legión, cada Cuerpo, poseía su Victoria. En las colonias, el culto a esta Diosa ocupó un lugar primordial.

Se le asoció a Júpiter y Hércules, pero sobre todo al Dios de la Guerra, Marte. Efectivamente, se dedicaron numerosos altares a Marte y a Victoria, así como a la tríada Marte-Victoria-Venus.

Esta gran estatua de la Victoria, cuya reproducción presenta­mos, fue descubierta -rota en múltiples pedazos- en el año 1863 por Champoi­seau, cónsul de Francia en la isla de Samotracia, sobre una pequeña terraza natural por encima del teatro; colocada en un amplio nicho, dominaba los edificios del Santuario de Kabiros. Es de destacar que el Santuario de Samotracia fue uno de los más célebres de la antigüedad conocida. La Iniciación en los Misterios de Kabiros solamente se alcanzaba después de superar terribles pruebas. La leyenda refiere que Jasón, a su regreso del viaje de los Argonautas, desembarcó en Samos de Tracia, y en compañía de Hércules y Orfeo se hizo iniciar en aquellos misterios.

Esta estatua fue reconstruida pacientemente (sólo el torso tiene 118 trozos), y no se pudieron recuperar la cabeza y los brazos, necesarios para conocer su actitud original. Pero el descubrimiento de la mano derecha en 1950, en su emplazamiento primario, ha permitido reconstruir dicha actitud. Colocada en la proa de una galera, con la mano derecha levantada y la palma ampliamente abierta, anunciaba una victoria naval, mientras que con la mano izquierda sujetaba el timón del navío.

El original, esculpido en mármol, mide 3,25 m. de altura. Atribuido a artistas rodios, esta obra ha llevado el realismo al extremo de representar a la diosa en el preciso momento en que, con las alas desplegadas, se posa sobre la proa de la nave; el vuelo acaba justamente de terminar y la impetuosidad del viento marino agita sus vestiduras que se adhieren a sus piernas y al pecho para ondear a sus espaldas; el manto, que se le ha deslizado de los hombros, para caer sobre su pierna derecha, se mantiene sujeto a ella por la fuerza del viento que agita sus bordes, provocando un revuelo cuyo rumor nos parece percibir. Este realismo hace de ella una de las obras capitales del Arte de todos los tiempos. Y no sólo por su innegable belleza, sino por su intenso simbolismo: es la Guerra Sagrada, el Triunfo sobre la oscuridad, la ignorancia y el miedo. Nos habla de esa Gloria pararracional y poderosa que eleva al Hombre hasta los confines de los mismos Dioses. No puede ser juzgada ni analizada; tan sólo puede ser admirada y vivida. Como dijo un experto, tan sólo después de varias horas de intensa y exclusiva contemplación puede uno empezar a impregnarse de su Ser.

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