Los Misterios de Eleusis eran los más famosos y más antiguos de
todos los Misterios de Grecia (excepción hecha de los de Samotracia).
Durante aproximadamente dos milenios (entre el 1800 a.C y el 300 d.C.),
en el mes de septiembre de cada año, tenían lugar en Eleusis -pequeña
ciudad cercana a Atenas-, las celebraciones en honor de la diosa
Deméter, Dea Mater: la «Diosa Madre» o «Madre Tierra», diosa
de los frutos y de las mieses, más tarde llamada Ceres en Roma.
La historia de la Sagrada Eleusis se pierde en la noche de los
tiempos míticos. Cuenta Homero que Zeus permitió a Hades -dios del
Mundo Subterráneo- raptar a la hija de Deméter: Perséfone (también
llamada Koré, «doncella», -la de las largas pantorrillas-, Proserpina
entre los romanos). Estaba la joven cogiendo flores en la llanura de
Nisa, acompañada de otras diosas, nereidas y ninfas, cuando en su
carroza de negros corceles, Hades salió de ultratumba por una grieta de
la tierra y arrebató a la doncella, llevándosela al inframundo, sin
que a ésta le valieran ni lágrimas ni gritos.
El himno homérico describe todos los intentos de la madre para
recuperar a su hija; hasta que por fin lo consigue, y ambas se abrazan
jubilosas; pero Perséfone había tomado alimento en el mundo
subterráneo, por lo que según dictan las Leyes tendrá que volver
allí. Estará dos partes del tiempo en la superficie y un tercio en las
profundidades de la tierra, como compañera de Hades. Zeus da su
conformidad a este reparto, y finalmente Deméter devuelve al mundo su
fertilidad.
Los Miterios de Eleusis reflejaban el periplo de Perséfone en los
meses que pasaba bajo tierra y en los meses que afloraba a la luz del
Sol, así como el drama de la madre ante la pérdida y recuperación de
la bien amada hija. En síntesis, se ponían de manifiesto los misterios
cíclicos de la vida y de la muerte, como dos facetas de una misma
Realidad.
Había unas celebraciones públicas, pero también Ceremonias
Secretas. Nada se sabe con exactitud respecto a lo que ocurría dentro
del Templo, pues sólo contadísimos datos han podido escapar al
juramento de silencio de los Iniciados, y nunca en el período de
esplendor.
Según la mitología, la diosa Deméter, para evitar ser reconocida,
había asumido la forma de una vieja, y mientras estaba sentada al borde
del camino, derramando lágrimas, atrajo la compasiva curiosidad de las
hijas de Celeo, rey de Eleusis. Éstas rogaron a la anciana que viniera
a palacio, ofreciéndole cuidar a su hermano pequeño Triptolemo.
Aceptada la oferta, cuando la diosa llegó a palacio besó tiernamente
el pequeño semblante pálido del débil niño -heredero real- y a su
roce se volvió rosado y sano, ante el gran asombro de la familia real y
la corte. Más adelante, Deméter insta a Triptolemo -el héroe eleusino
por excelencia- para que lleve las artes de la agricultura a todos los
pueblos del mundo.
Este relieve, descubierto en Eleusis en 1888, constituye una de las
obras sublimes de la escuela ática, contemporánea de las esculturas
del Partenón (450-430 a.C.). En el centro de una composición de gran
formato, Triptolemo recibe de Deméter las espigas -probablemente de
oro, aunque perdidas en la actualidad-, mientras que a sus espaldas
Perséfone coloca sobre la cabeza del muchacho la corona de la
inmortalidad, también perdida ya de antiguo y probablemente también de
metal precioso. La piedad, la gravedad, y la grandeza de los dioses del
siglo de Pericles imperan radiantes en esta espléndida muestra de la
escultura ática inspirada en Fidias.
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