Los palacios de Faistos, o Phaestos, y de Cnosos, son las dos mayores
realizaciones arquitectónicas que nos ha legado la civilización
cretense, y sus capas sucesivas, desde sus humildes comienzos
neolíticos hasta las complicadas estructuras en su etapa final, nos
ilustran respecto al progreso que había conseguido en Creta la
construcción de palacios y el lujoso modo de vivir de la corte
cretense.
Nuestra réplica corresponde a un fresco procedente del corredor de
las Procesiones del Palacio de Cnosos, en Creta, encontrándose
actualmente ubicado en el Museo de Heraclión. Junto con otras
donaciones murales fue «restaurado» por el pintor E. Guillerion por
encargo de Sir Arthur John Evans (1851-1941), famoso arqueólogo que
redescubrió el arte cretense, dándolo a conocer al mundo, aunque fue
duramente criticado por sus restauraciones.
Es un relieve realizado en estuco duro, modelado primero y pintado
encima, que representa a un hombre joven: un Príncipe Sacerdote de
Cnosos, o quizás el propio rey Minos, como quiso ver Evans. Tocado con
una amplia tiara de lirios y plumas, característica del minoico
tardío, el joven príncipe avanza graciosamente a través de un jardín
repleto de lirios. Porta como toda vestidura un faldellín corto con
estuche fálico, al modo egipcio, y en el cuello un collar de cuentas en
forma de flores de lis. Se nos muestran claramente los elementos que se
atribuyen a la corte cretense: fragilidad, noble forma, alegría en la
expresión, «estilo juvenil como señal de decadencia y esnobismo»...
palabras y conceptos que obtuvieron de inmediato eco en los comienzos
del siglo XX, como si la moderna orientación artística hubiera tenido
su confirmación previa en un pasado remoto.
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