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Moneda

de

Diocleciano

 

 

Roma. Siglo III-IV

Museo Arqueológico Split.

Yugoslavia.

 

Diámetro: 9

 

Bronce

12 €

 

Las primeras monedas romanas fueron de bronce; lingotes sin ninguna marca (aes rude). Pronto estas piezas de metal se marcaron con figuras de bueyes, puercos, ovejas (pecus), que servían para equiparar su valor con el del ganado (pecunia). Posteriormente, imitando a los griegos, los romanos acuñaron sus monedas con figuras de dioses, especialmente la cabeza del numen latino Jano. Pero al final de la República ya aparecen retratos de personajes ilustres, como César y Pompeyo, y muchas imágenes de emperadores pasarán a la posteridad gracias a las monedas de su propio cuño.

Uno de estos emperadores fue Marco Aurelio Valerio Dioclecia­no (239 ó 245 - 313), que es quien aparece en la moneda que aquí presentamos, según se lee en el contorno superior de la misma. En la parte inferior lleva inscrita la fecha: CCCII, año 302. Y, generalmente, en el reverso suele aparecer la imagen de Júpiter, el dios protector de este emperador.

Durante el siglo III, con los últimos Antoninos y los Severos, comienzan las dificultades para el Imperio Romano. Pero cuando en el 284 Diocleciano llega al poder, logra la pacificación interior del Imperio, y un alejamiento del peligro que suponían los pueblos bárbaros situados al otro lado del Rhin y el Danubio, quienes presionados por otros pueblos, y por su propio incremento demográfico, intentaban cruzar la frontera con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida en el rico mundo romano.

Diocleciano desarrolló una intensa actividad reformadora. Sólo en el Código Justinianeo se recogen más de 1.200 medidas legales llevadas a cabo por él, siendo la creación del «sistema tetrárquico» de gobierno una de sus reformas más conocidas.

Aumentó la intervención estatal en la economía, y en el año 294 aprueba una reforma monetaria mediante la cual establece un nuevo sistema de monedas (aureus, argentus, y tres tipos de monedas de bronce), potenciándose el valor real de las mismas. Lo que se pretendía era evitar la continua inflación y favorecer más a las capas sociales más bajas. A esta reforma monetaria se une su decreto del año 301 por el que se regulaba el precio máximo de los distintos productos.

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