En cierto modo, las monedas acuñadas por Grecia son su producto más
característico. La independencia y, al mismo tiempo, la
interdependencia de sus muchas ciudades-estado se reflejan tanto en la
variedad de sus diseños como en la similitud de sus estilos sucesivos.
Los griegos inventaron la acuñación de la moneda, ya que, si bien es
cierto que en Egipto y Mesopotamia se usaron barras o lingotes de metal
para el intercambio, al parecer, las ciudades mercantiles de la Jonia
fueron las primeras que estamparon un pedazo de metal con una señal
característica que garantizaba su pureza, su peso y su valor, en el
siglo VII a.C., probablemente después del 650 a.C. Al principio bastaba
para este propósito una simple señal, como por ejemplo un cuadrado
incuso. Sin embargo, como era de esperar, en Grecia, estos simples
símbolos se convirtieron pronto en emblemas artísticos. Cada ciudad
escogió un diseño apropiado; al principio fue generalmente el símbolo
de su deidad local, un animal, una planta o un objeto, y más tarde, la
cabeza o figura de la misma deidad, un héroe favorito o un grupo
mitológico.
A finales del siglo IV se abre un nuevo capítulo en la numismática
griega. En el oriente, las conquistas de Filipo y de Alejandro de
Macedonia terminaron con la independencia de muchas de las
ciudades-estados griegas. Amplios territorios quedaron incorporados bajo
el mando de un solo gobierno, y aunque tras la muerte de Alejandro el
imperio creado por éste se dividió en tres grandes sectores, también
éstos estaban controlados por casas reales: los Antigónidas en
Macedonia, los Seléucidas en Siria y los Ptolomeos en Egipto. En muchos
casos los diversos estados continuaron usando sus tipos característicos
en el reverso de sus monedas, pero, a menudo, se trata de débiles
reflejos de los de épocas anteriores. Sin embargo, se produce un hecho
que da especial interés a la acuñación helenística: empiezan a
aparecer en sus anversos los retratos de sus gobernantes, primero el de
Alejandro y luego el de sus sucesores.
Este medallón es justamente la ampliación de una moneda en la que
aparece la efigie de Alejandro Magno, al que vemos representado con una
diadema, y con cuerno de morueco, o carnero, atributo de Zeus Amón. La
deificación del personaje hace pensar que la pieza sea una obra
póstuma de la época de Lisímaco, posiblemente hacia el 250 a.C. |