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Máscara

griega

(tragedia)

 

 

 

 

 

Alto: 14, ancho: 12, prof.: 5

 

Bronce-Fundición

(sobre metacrilato)

195 €

 

Las máscaras usadas en el teatro griego se originaron en el siglo VI a.C., debido a que el aumento del número de personajes que intervenían en las obras sobrepasaba al de actores, que era normalmente de tres. Las máscaras permitían que un mismo actor representara varios papeles alternativamente. Asimismo, cumplieron la función de ampliar el tamaño del rostro del actor. De este modo se podía apreciar mejor la expresión por parte del público más alejado. Y no sólo transmitía la expresión sino que también amplificaba la voz. Eran verdaderas cabezas ahuecadas, cuya disposición cóncava mudaba la voz, la hacía más potente y la proyectaba más lejos, sirviendo la boca de la máscara de verdadera bocina, y de ahí le viene el nombre latino de per-sona.

Generalmente, se construían de lino cubierto de estuco, y posteriormente pintado. El material podía ser más ligero, como el corcho, o más resistente, como la madera.

La expresión de la máscara cambia con el tiempo. En la época clásica de Grecia, siglo V, presentan una uniformidad grande: todas sonríen y están policromadas.

Por lo general la cabellera y los labios están teñidos de un tono rojo. Un trazo negro señala las cejas y los párpados. La pupila, negra, rodeada de un círculo rojo, simula el iris. También a mediados del siglo V, con la llamada «crisis de la polis», desaparece la sonrisa y en los rostros ya se manifiesta la curiosidad y la atención; tratan de expresar la pasión y el dolor, y esto mismo sucede en las máscaras del teatro.

Después de Fidias comienza una revolución en la escultura y por tanto en las máscaras, que ya van condensando una expresión realista y patética. A esta época pertenecen las máscaras alejandrinas y romanas. Por eso se explican sus cejas contraídas, sus arrugas profundas, sus dilatadas pupilas, sus bocas desmesuradamente abiertas, su expresiva fealdad...

A pesar de este proceso de naturalización, tardaron en perder el carácter sagrado que les confería su origen, considerándose durante mucho tiempo como objetos sacros, y como tales eran depositados en el santuario de Dionisos.

Con la creciente complejidad de los argumentos, aumentó el número de personajes diferentes en la tragedia y en la comedia, llegándose a contar en un tratado romano hasta sesenta y seis tipos diferentes, multiplicados casi hasta el infinito por variaciones en el color del cabello y en el peinado, en el modo de llevar la barba, en la forma de las cejas y en otros rasgos faciales.

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