juramento  

Juramento

hipocrático

 

 

 

Grecia.

A partir del siglo IV a.C.

 

Alto:31- ancho:22-prof.:4

 

Mármol-Bronce

195 €

 

Aunque nacido en la Isla de Kos, Hipócrates (460-380 a.C.) fue uno de los grandes ingenios de la escuela de Atenas, donde estudió física con Demócrito, elocuencia con Gorgias, dietética con Heródico de Selimbria... Fue contemporáneo de Sócrates, y comparable con él por su honesti­dad científica. Muchos de sus escritos se hallan recogidos en el llamado Corpus Hippocraticum. En ellos declara lo poco que sabe; sin embargo, para toda la tradición occidental es el «Padre de la Medicina».

El éxito de Hipócrates fue inmediato y general. Platón compara su importancia como médico con la de Policleto y Fidias como escultores; Aristóteles le llama «el más grande»; Apolonio de Citio y Galeno le llaman «el divino».

Se sabe que Hipócrates ejerció la medicina en el Norte de Grecia (Tesalia, Tracia), en la Isla de Tasos y tal vez en las proximidades del Ponto Euxino. Murió en Larisa, en torno a los 85 años, y allí fue enterrado. Es uno de los Asclepíades, es decir, uno de los descendientes de Asclepio, el héroe fundador de la medicina.

El médico gozaba en la antigua Grecia de una alta reputación como demiourgos, es decir, como «funcionario al servicio de la comunidad». No era tan solo un profesional más o menos rutinario, sino un investigador de la naturaleza humana. El médico, que según elogio homérico (Ilíada, XI, 514) es «un hombre que vale por muchos otros», busca actuar de manera consciente y metódica, conjugando su actividad técnica con una concepción amplia acerca de los procesos naturales que afectan al ser humano como parte integrante del Cosmos.

El juramento dice así:

«Juro por Apolo Médico y por Esculapio y por Higea y Panacea y por todos los dioses y diosas a cuyo testimonio apelo, que este mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento. A quien me enseñó este arte lo amaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi sustento y si lo quiere participará de mis bienes. Consideraré a su descendencia como a hermanos míos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.

Instruiré por precepto, por discurso y en todas las demás formas a mis hijos, a los que hijos de quien me enseñó y a los discípulos unidos por juramento y estipulación de acuerdo con la ley Médica y no a otras personas.

Estableceré el régimen de los enfermos, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será su beneficio y los apartará del prejuicio y del error. A nadie daré droga mortal alguna, aún cuando me fuera pedida y a nadie daré consejo para tal fin. Del mismo modo no daré a ninguna mujer pesarios destructivos. Conservaré pura y santa mi vida y mi arte.

No operaré a nadie por cálculos, dejando este menester para los que trabajan en tal práctica; en cualquier casa en la que entre será en beneficio de los enfermos, absteniéndome de toda falta voluntaria o corrupción y de lascivia con mujeres u hombres, libres o esclavos.

Guardaré silencio sobre todo lo que en mi profesión o fuera de ella oiga o vea en la vida de los hombres que no deba ser público, manteniendo estas cosas de forma que no pueda hablarse de ellas.

Si cumplo este juramento y no lo rompo, que los frutos de la vida y del arte sean míos, que siempre sea honrado por todos los hombres y que lo contrario me acontezca si lo rompiere o fuere perjuro

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