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Hermes

de Frejus

 

 

 

Arte Grecorromano.

Época de Augusto.

Original de mármol.

Museo de Frejus. Francia.

 

Alto: 19, ancho: 13, prof.: 13

 

Mármol

195 €

 

Encontrado en 1970 en las excavaciones de un barrio romano de Frejus (el Hueco de la Torre, Insula I), cerca de un importante edificio con peristilo y exedras, este busto es una afortunada excepción en la serie relativamente abundante y en general mediocre, de los Hermes dobles de producción helenística y romana. El artista ha asociado hábilmente, oponiéndolas, a dos divinidades agrestes adornadas con flores. Por una parte, un joven Fauno caracterizado por los atributos caprinos, y cuyos rasgos acusan a ultranza el temperamento alocado y el espíritu malicioso; por otra parte, un Hermes o Dioniso barbudo, impregnado de una olímpica majestuosi­dad, cuya mirada insondable está resaltada por una fina sonrisa de Kuroi arcaico.

Podemos reconocer en este grupo, al mismo tiempo sobrio y jocoso, la díada HERMES-PAN. Dioses campestres confundidos en los países latinos con Términus y Faunus, mal distinguidos por otra parte de Príade y Silvano.

El himno homérico dedicado a Pan (XVII), y Herodoto (II, 145-146), hacen del Caprípedo un hijo de Hermes. Esta estrecha relación, y sus funciones pastorales muy similares, han podido favorecer la unión sobre un mismo pilar de los dos principales dioses arcadios. De todas formas, la confusión frecuente desde la alta antigüedad entre los tipos característicos colindantes de Dionisos y Hermes, la asimilación del tema muy extendido del Sátiro asesor de Baco, pueden dejar en el aire alguna duda. Sólo le faltaría a Dionisos, para preferirlo a Hermes, la corona de yedra que lo distingue habitualmente en el cortejo de los dioses de larga barba.

De cualquier manera, el favor latino por los Janos, una moda intencionadamente arcaica, y el restablecimiento de las fiestas de las encrucijadas (compitales) por Augusto, corroboran bastante bien la elección de la asociación y el bello estilo de esta escultura.

Llevada a Frejus, Forum Julii, una de la puerta de las Galias, por la vía de la colonización, esta obra de arte pudo decorar los jardines de una lujosa villa urbana, a menos que haya pertenecido a un edificio público, palestra o mercado. Heredera, en muchos sentidos, de la más pura tradición helénica, no le falta, en verdad, más que una firma griega.

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