El toro de Creta es el animal que, según unos, había raptado a
Europa por cuenta de Zeus, y según otros, había sido amante de
Pasífae (hermana de Perseo, Eetes -rey de Cólquide-, y la maga Circe).
Finalmente, existe una tercera tradición que lo presenta como un toro
milagroso salido del mar un día en que Minos había prometido
sacrificar a Poseidón lo que apareciese en la superficie de las aguas;
pero Minos, al ver la belleza del toro, lo envió a sus rebaños, y
sacrificó al dios otro menos precioso, de lo cual se vengó Poseidón
volviendo furioso al animal.
Este animal -que, como algunos autores aseguran, lanzaba fuego por la
nariz- era el que por orden de Euristeo había de traer vivo Heracles.
El héroe pasó pues a Creta y pidió la ayuda a Minos; este se la
negó, pero le dio autorización para apresarlo a condición de que lo
hiciera solo. Heracles capturó el toro y regresó con él a Grecia -tal
vez incluso a nado, a lomos de la bestia, como cuando esta había
llevado a Europa-, presentándolo a Euristeo, el cual quiso dedicarlo a
Hera. Pero la diosa se negó a aceptar un presente ofrecido en nombre de
Heracles y soltó a la bestia, que recorrió la Argólide, cruzó el
itsmo de Corinto y llegó al Ática.
Esta bella pieza representa precisamente el momento en el que
Heracles domina al toro. El original mide 79 cm de altura, procede de la
Colección Campana, y fue cedido al Louvre en 1864.
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