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Faunos y

Bacante

danzando

 

 

Cultura grecorromana.

Siglos III-I a.C. Original en

tierra cocida policromada.

Museo del Louvre. París.

 

Alto: 32, ancho: 60

 

Mármol

295 €

 

Los relieves representando bacanales u orgías dionisíacas tienen su origen en los artistas griegos del Atica. Un gran artista ático, acaso Scopas o uno de sus discípulos, debió ser el pionero en la representación de aquellos maravillosos cuerpos de mujeres enajenadas. La primera obra que se conoce de temas báquicos son unos relieves del siglo IV a.C., y posteriormente será abundante su utilización para la decoración de paredes, vasos, copas, platos, y hasta de plafones de muebles y joyas. Los misterios del culto dionisíaco fueron ya revelados en arte sin reservas por los griegos y más tarde por los romanos; no tenían aquella condición imperiosa de secreto que existía en los Misterios de Eleusis.

En la orgía dionisíaca griega se practicaban ceremonias y rituales en el monte, en las cumbres del Parnaso y Citerón especialmente, y participaban mujeres sacerdotisas de una conducta moral irreprochable. Pero con el paso del tiempo, y ya en los tiempos de Roma, estos rituales se modifican, haciéndose más licenciosos. Según nos cuenta Livio, el Senado romano tomó medidas en contra de las bacanales en el año 186 a.C., aunque tales medidas resultaron ineficaces, pues el culto a Baco permaneció.

Baco, el llamado dios de la viña, del vino y del delirio místico, es análogo al Dionisos de Grecia. Ambos son dioses muy populares, y su culto servía para "canalizar" las tendencias instintivas o impulsivas que a menudo aparecen en el ser humano. En tal sentido este culto era la antítesis del que se rendía al dios Apolo, donde predominaba lo coherente, lo refinado, lo equilibrado, etc.

La pieza que aquí presentamos nos muestra, esculpidos en relieve plano, a dos faunos y una bacante danzando. Esta lleva la nébrida, o fina túnica cuyos pliegues ondean agitados, y toca el aulos, o flauta doble. Los faunos llevan la piel de lince característica; uno de ellos lleva un espejo; y el otro el tirso (vara en forma de cetro asemejando una antorcha), y un cántaro. En el centro vemos un leopardo, fiera sobre la que ejercían dominio las bacantes. Además, en los cortejos báquicos, también es frecuente la aparición de sátiros, silenos, cabritos partidos por la mitad, hojas de parra, racimos de uva, etc.

© Taller HORUS