Durante la segunda mitad del siglo V a.C., Atenas se convierte en el
centro de producción de lápidas funerarias. La pilastra se hacía
ahora más ancha y baja que antes, lo que permitía representar en ella
una o más figuras sentadas sin dar la impresión de amontonamientos,
como ocurría en las más alargadas. Al aumentar la anchura de la
pilastra, el pináculo, en lugar de estar formado por una sola palmeta,
consistía a menudo en un pedimento con una acrotera de palmetas y
antefijas a los lados. La estela de Hegeso, en Atenas, ejemplifica los
armoniosos diseños a que se había llegado, y de ella ofrecemos aquí
una reducción.
En la estela podemos observar a Hegeso, una dama griega, sentada
observando y despidiéndose de las joyas que le tiende una joven
doncella; cabe señalar la serena expresión de su rostro observando las
pertenencias que no podrá llevar consigo cuando la muerte venga a por
ella. El estilo de la obra es de la generación posterior a Fidias;
pueden observarse en el vestido de la doncella que sostiene la cajita de
joyas los mismos pliegues que en la Afrodita de los Jardines, de
Alkamenes. La dama Hegeso lleva ropajes transparentes, como las diosas
del Partenón. ¡Qué belleza de cuerpo! ¡Qué cuello, qué pechos,
qué brazos!. Las figuras se proyectan con una cierta libertad fuera del
marco de la estela; no están encajonadas dentro del cuadro, como será
de rigor más tarde para los fabricantes de monumentos funerarios de
este tipo.
La inscripción en la franja superior dice: «ΗΓΗΣΩ
ΠΡΟΞΕΝΟ», es decir, HEGESO
PRÓXENO (título de honor entre los griegos, una especie de cónsul).
Es digna de mención la silla con las patas de sable, que habrá de
retomarse en el mobiliario estilo «imperio» de la Europa del siglo
XIX.
El original está esculpido en mármol y mide 1,58 m. de altura. Se
halla en el Museo Nacional de Atenas, pero se ha colocado una copia del
mismo en el lugar donde se encontró, el Cerámico, la antigua
necrópolis que en la Atenas clásica acogió las tumbas de los
ciudadanos más ilustres.
La estela de Hegeso es la mejor prueba del valor de las estelas
funerarias áticas, tanto por la hondura de su contenido como por su
plasticidad insuperable. El conjunto denota armonía y elegancia, y la
expresión melancólica de los rostros está llena de belleza y poesía.
Una auténtica obra maestra.
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