En las obras artísticas realizadas durante el Período Geométrico
late ya el espíritu creador del período clásico, estableciéndose las
bases del arte griego. A partir del siglo VIII a.C., con la utilización
del bronce para esculturas pequeñas, fabricadas mediante la técnica de
la “cera perdida” (modelo de cera que, una vez dentro del molde, es
derretido y sustituido por el bronce fundido), las figuras ofrecen ya
unas trazas claramente geométricas. De esta manera se modelan un
sinfín de figuras de animales (caballos y ciervos en su mayoría) y
humanas (dioses, hombres, centauros, etc.).
Aunque no abundan los frutos artísticos en este ambiente dorio, es
imposible olvidar los exvotos entregados al santuario de Olimpia, sede
de las Olimpiadas desde el 776 a.C.: entre los múltiples trípodes y
figurillas de bronce con perfiles limpios y geométricos, destacan por
su equilibrio y perfecto diseño ciertos caballitos esquemáticos,
capaces de mostrar su ligereza y la gran fuerza de sus patas mediante el
uso expresivo de formas simples dotadas de curiosas simetrías. Estos
exvotos son ofrendas a los dioses, por ello poseen un carácter sacro;
cuando el santuario se saturaba de exvotos y el cambio de gustos hacía
dejar a un lado los objetos antiguos, estos eran enterrados en el lugar,
ya que no podían ser abandonados o reutilizados. De esta forma han
sobrevivido numerosos objetos artísticos arcaicos, pues ya en el
período clásico se olvidó su existencia y se libraron de la rapiña
de épocas tardías.
La figura que aquí presentamos es uno de los mejores ejemplos de la
perfección en la pureza de líneas alcanzada en el modelado de los “caballos-trompeta”,
así denominados por la forma abocinada de su hocico. La crin acaba en
un amplio mechón entre las orejas, y la cola llega hasta el suelo. Es
un tipo de caballo geométrico que aparece también como tema figurativo
en la cerámica del mismo período.
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