El Imperio de Alejandro Magno, así como las monarquías que le
sucedieron, transformaron los aspectos de la vida en Oriente, y el arte
experimentó el inevitable influjo de este hecho de una manera, si cabe,
más radical.
Desplazado el centro de gravedad político, ahora será en Pérgamo,
Antioquía, Alejandría y Rodas donde el arte buscará sus formas
originales y donde comenzarán a constituirse las distintas escuelas.
Las tendencias artísticas refluyen hacia Oriente, y con este contacto
quedarán en libertad antiguas cualidades que el clasicismo de Grecia
había refrenado: realismo, sentimiento de la vida, amor por la
Naturaleza, por lo pintoresco, al movimiento... Atenas perderá la
supremacía artística, conquistada en el transcurso del siglo V a.C., y
aunque manteniendo un inexcusable prestigio intelectual, no
desempeñará más que un papel secundario. Y seráen las nuevas
ciudades, erigidas a partir de una moderna distribución
arquitectónica, como Alejandría, donde el comercio, la riqueza y la
cercanía del poder producirán un arte menor exquisito orientado más a
la belleza de lo cotidiano que a lo sagrado.
Para concretar mejor sus nuevas aspiraciones, el artista desarrolla
una técnica que no se limita a los recursos clásicos y que no
desprecia el trabajo con materiales como el bronce, el vidrio, la
madera, las piedras preciosas... Aparece un marcado gusto por lo
exótico y así, mientras que la escultura clásica ignora
deliberadamente las representaciones de pueblos bárbaros, exceptuando
aquellos temas en los que se trata de una victoria sobre ellos, el arte
industrial comienza a representar, desde una época temprana, a
individuos de otras razas.
El hombre de color, que nunca fue un adversario para el griego y que
éste conoció sobre todo por sus relaciones comerciales con África,
aparece relegado a la decoración de frascos de perfumes; pero su tipo
étnico, fácil de reproducir, se presta a representaciones
convencionales y hasta caricaturescas.
El
arte helénico tendrá la preocupación de expresar la verdad
etnográfica y hasta las diferencias entre los seres de una misma raza
extranjera. Abundan las representaciones de jóvenes de color donde se
une al atractivo étnico el encanto de la adolescencia. En esta pieza en
concreto, el simple frasco ha sido sustituido por una escultura hueca;
incluso se enmascara la parte más funcional, como son el cuello y la
boca de la botellita, y se sustituye por una especie de sombrero de
forma caprichosa. El original de esta reproducción está realizado en
mármol. |