Hijo de la bella Semele y del omnipotente Zeus, Baco ocupó un lugar
junto a Deméter y Coré en los Misterios Eleusinos.
Baco o Dionysos era, según Herodoto, uno de los últimos dioses que
se incorporaron al Olimpo griego, siendo al mismo tiempo, tal vez, el
que ejerció una acción más poderosa sobre la cultura griega.
A la música, al baile, a la escultura y a la pintura les comunica un
nuevo espíritu; inspira el diritambo y anima las magníficas
festividades en las que tienen su origen el drama satírico, la comedia
y la tragedia, el teatro en una palabra.
En sus significados más profundos, en la abstracción de los efectos
del vino como bebida sagrada, Dionysos es el dios del entusiasmo (Dios
en el hombre) y refleja el ciclo del renacimiento después de la muerte.
Las imágenes artísticas del dios pueden dividirse en dos clases
principales, y corresponden a dos períodos sucesivos del arte griego;
primeramente se le representó varonil y barbudo, hasta que en el siglo
de Pericles este tipo fue modificado en base al influjo de las
religiones asiáticas. Este oriental carácter de Baco, al hermanarse al
helénico, produjo el nuevo modelo que, fijado por Praxíteles, quedó
siendo el dominante en la estatuaria griega. Baco fue desde entonces un
doncel o efebo -como muestra esta pieza- no vigoroso como Hermes, sino
de suaves formas que descubrían su naturaleza, pues en su bello
semblante podía leerse la expresión del báquico delirio junto a
cierto afán ardoroso y melancólico. |