atlas  

Atlas y

Heracles

 

 

Grecia. Metopa del Templo

de Zeus en Olimpia.

470-456 a.C.

Original en mármol de Paros.

Museo de Olimpia.

 

Alto: 15, ancho: 14, prof.: 2

 

 

 Mármol

(sobre metacrilato)

75 €

 

Las metopas incorporadas al muro de la cella, en las fachadas oriental y occidental del Templo de Zeus en Olimpia, representaban los trabajos (erga) de Heracles. Resulta ser un lugar adecuado para ello, puesto que Heracles, no sólo es el hijo de Zeus, sino que además instauró los Juegos Olímpicos, según atestiguó Píndaro en Las Olimpicas (II, 3-4). El estilo de los relieves de las metopas de Olimpia, al igual que las esculturas de los frontones, es heroico -dorio- sin detalles frívolos, pero de una gran belleza.

La metopa que aquí presentamos muestra una escena de uno de los doce trabajos de Heracles: el de recoger las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. Según el mito, durante la ascensión al monte Cáucaso, Heracles liberó a Prometeo, cuyo hígado era devorado por un águila y se regeneraba al momento. Agradecido, el gigante le aconsejó que no cogiera por su propia mano las manzanas maravillosas, y que encomendara esta misión a Atlas. Cuando Heracles llegó al país de los Hiperbóreos, fue al encuentro del gigante Atlas, que sostenía el Cielo sobre sus hombros, y le ofreció aliviarlo de su carga el tiempo que necesitara para ir a recoger tres manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides, que se hallaba contiguo, a lo cual Atlas asintió de buen grado.

Heracles, con la cinta de los héroes cubriendo sus sienes, se prepara para reemplazar a Atlas en la tarea de sostener la bóveda celeste con ayuda de su protectora Atenea. Sus cabellos están marcados sólo por la línea de la frente, y forman con la barba una masa compacta casi sin detalle. La composición es muy sencilla, basada en tres figuras verticales, y el estilo lleva la impronta de sobriedad y plasticidad típica del período severo. A pesar de la simplicidad, la abstracción, y la estilización de las formas, no puede decirse que las figuras denoten frialdad, sino más bien serenidad, fuerza y una dignidad sublime.

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