El llamado estilo geométrico (siglos X-VII a.C.) produjo multitud de
estatuillas de bronce, tierra cocida, marfil, etc., que representaban de
manera esquemática animales, hombres o seres mitológicos fijados en
actitudes sumamente rígidas. Los cuerpos están recortados en estrechas
cinturas. Los contornos son casi rectilíneos, marcando siluetas
geométricas formadas principalmente por triángulos, y todos los
elementos de la obra están claramente estilizados.
Siguiendo este estilo, la pieza que aquí presentamos nos muestra
sobre un carro a la diosa griega Atenea, también llamada Palas Atenea,
identificada más tarde en Roma como Minerva. Píndaro, el gran poeta
griego, nos relata así su nacimiento: «Zeus, el de los prudentes
consejos, la engendró él mismo en su augusta cabeza, revestida de
doradas y relucientes armas. Los Inmortales al mirarla quedaron
sobrecogidos de admiración y respeto. El empuje violento de la diosa de
deslumbrante mirada, conmovió profundamente al resto del Olimpo:
resonó la tierra con espantoso fragor, agitóse el mar y las olas se
confundieron con las nubes. En el cielo, el brillante hijo de Hyperión
detuvo largo rato sus veloces corceles, hasta que la virgen Palas Atenea
hubo aliviado sus hombros inmortales del peso de la divina armadura».
Palas Atenea, saliendo armada de la cabeza paterna, representa al sabio
dispuesto siempre a luchar contra el error y la ignorancia.
Es la diosa de la guerra, cuyos atributos son la discreción y la
inteligencia, más que el valor y la fuerza, por lo cual se la ligaba a
la táctica militar. Es también diosa de la literatura, y preside las
artes, función en la que tiende a suplantar a las Musas; sin embargo,
mantiene una relación más estrecha con la filosofía que con la
poesía y la música propiamente dichas. Es protectora además de la
artesanía y la industria, y con frecuencia era elegida como protectora
y patrona de las ciudades, como fue el caso de Atenas, ciudad que
incluso tomó su nombre.
Los atributos de Atenea eran la lanza, el casco y la égida. En su
escudo fijó la cabeza de Gorgona que le había dado Perseo, y que
tenía la virtud de trocar en piedra a quien la mirara. Su planta era el
olivo; y su animal la lechuza, símbolo de la sabiduría, por su mirada
penetrante capaz de ver en la obscuridad, y por su atención constante.
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