Esta hermosa pieza es el busto perteneciente a una estatua de cuerpo
entero del Apolo Piombino, llamado así por que fue rescatado del
mar en la costa de Piombino (Toscana), frente a la isla de Elba, en el
año 1832.
Obra equilibrada, de un refinamiento sorprendente en ciertos
detalles, como en las incrustaciones de cobre rojo que marcan la punta
de los senos, el Apolo Piombino es difícil de fechar con
exactitud. El tocado con bucles y moño es netamente arcaico, pero el
rostro tiene ya un carácter clásico. Estas disparidades explican que a
veces se haya querido ver en esta estatua una imitación arcaizante del
siglo I. Sin embargo, una inscripción en dialecto dórico con letras de
plata incrustadas bajo uno de sus pies, permiten afirmar que pertenece a
alguno de los grandes centros de la escultura dórica, y a alguna de sus
principales figuras, como Canachos de Sicyone, cuyo Apolo Philesios
del Templo de Dydimo, en Mileto, recuerda cuando menos en la postura y
el gesto a este Apolo Piombino. Sin duda es la obra de un artista
del Peloponeso, aunque quizá instalado en las colonias dóricas de la
Magna Grecia, es decir, en Italia.
La posición de la mano izquierda de la estatua, en actitud de asir
el arco y la flecha, confirman que se trata de una representación de
Apolo, el dios juvenil, dios de la poesía, de la música, de la
elocuencia, de las profecías, de las letras y de las artes.
Apolo, hijo de Zeus y Leto, es representado siempre como el más
hermoso de los dioses, alto, notable especialmente por sus largos bucles
negros de reflejos azulados, como los pétalos del pensamiento. No es de
extrañar que tuviese numerosos amoríos con Ninfas y con mortales.
Así, amó a la Ninfa Dafne, hija del dios-río Peneo, en Tesalia. De la
Ninfa Cirene engendró al semidios Aristeo. También tuvo aventuras con
las Musas, cuyo culto iba ligado al suyo. Con la Musa Urania engendró a
los músicos Lino y Orfeo.
En Delfos, Apolo mató con sus flechas a un monstruo dragón llamado
Pitón (o Delfine), encargado de proteger un antiguo oráculo de Temis,
pero que se entregaba a toda clase de desmanes en el país, enturbiando
los manantiales y arroyos, robando los ganados, asolando la fértil
llanura de Crisa, y asustando a las Ninfas. En recuerdo de su hazaña se
fundaron en su honor los llamados Juegos Píticos, celebrados en Delfos.
Como dios de la música y la poesía, Apolo era representado en el
monte Parnaso, donde presidía los concursos de las Musas. Y al mismo
tiempo era un dios guerrero, capaz de enviar desde lejos, con su arco y
sus flechas, una muerte rápida y dulce.
Augusto, primer emperador de Roma, adoptó a Apolo como protector
personal.
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