A la muerte de Alejandro la frágil construcción de un Imperio
Griego Universal se hundió, y sus lugartenientes se repartieron este
demasiado vasto Imperio. No obstante, un mundo nuevo había nacido: El
mundo helenista. El término "helenista" era el que, después
de las conquistas griegas, designaba a los orientales alcanzados por la
civilización helénica.
El mundo helenístico es pues un mundo donde el universo griego y el
oriental, que nunca se habían ignorado, entraron en contacto más
estrecho y a veces incluso se fundieron en uno. Los antiguos
centros de arte declinaron en beneficio de las nuevas capitales:
Pérgamo, Alejandría, Antioquía, Rodas, etc. En este nuevo
entorno el arte griego se transformó, abandonando su fuerza creadora y
buscando más la perfección técnica.
La escultura helenística refleja particularmente bien esta nueva
tendencia. Desde la vía abierta por el arte del siglo VI, especialmente
por el ateniense Praxíteles que fue el primero en atreverse a
representar a las diosas desnudas, el arte helenístico produjo a su vez
innumerables Afroditas desnudas. Pero mientras Praxíteles buscaba
alcanzar el bello ideal, el arte helenístico, que contaba con una
clientela mucho más numerosa, sólo se proponía satisfacer un realismo
y una sensualidad refinada.
Sin embargo, la gracia y frescura de esta Afrodita, de cuerpo
inclinado y esculpida en mármol, son dignas de mencionar. Su elegancia,
la armonía de los volúmenes, revelan un sentido satisfactorio a la
contemplación. Entre las obras más conocidas de la época
helenística hay que citar a la Venus de Milo, la Victoria de
Samotracia, el Laocoonte, el Toro Farnesio, el Gran Altar de Pérgamo,
etc. |