En el terreno del arte, las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia
eclipsaron, en un principio, las producciones de los territorios que
más tarde serían patria de la cultura griega.
Las más antiguas obras conocidas, de sorprendente calidad, son los
llamados ídolos cicládicos. Reciben este nombre de las Cícladas,
racimo de pequeñas islas diseminadas entre la Grecia continental y la
península de Anatolia, en las cuales se han encontrado este tipo de
representaciones.
Existe una evolución en el estilo de las figuras, desde las primeras
representaciones femeninas muy esquemáticas, cuya forma se ha dicho que
recuerda a la de un violín (año 3000-2500 a.C.), hasta las figuras
más naturalistas, aunque bastante estilizadas, de las cuales estas
reproducciones que presentamos son buena muestra.
Esculpidas en mármol procedente de las canteras de la zona, el
método de fabricación parece haber sido el siguiente: el artista
seleccionaba una tabla rectangular, delgada, del mármol adecuado, y la
modelaba con una piedra abrasiva, posiblemente esmeril de Naxos. Los
detalles eran añadidos con una astilla aguda del mismo abrasivo y
posteriormente eran pintados. Con colores rojos y negros se añadían
los detalles, como la boca, el pelo, los ojos y collares.
La mayoría de ellas se han encontrado en sepulcros, y el tema más
frecuente es la figura femenina desnuda. Aunque bastante estilizadas, se
observan como partes independientes en la cabeza, el tronco y las
piernas. La cabeza y el cuerpo son muy lisos, con una ligera
protuberancia a modo de nariz. La posición de brazos cruzados es casi
invariable en tales representaciones, y es similar a la de las
estatuillas de mujeres de Anatolia. La actitud puede haber sido escogida
por sencillez técnica o, lo que parece más probable, porque este gesto
parece instintivamente autoprotector. El sentido de todas estas
representaciones tendría, según algunas hipótesis, una finalidad
mágica para sus propietarios, que eran enterrados con ellas. También,
y basándose en el considerable número de figuras femeninas
representadas en el período de embarazo, se ha pensado que estuvieran
dedicadas a la fertilidad o a asegurar la protección en los peligros de
alumbramiento, y en este sentido bien podemos recordar las denominadas
Venus Paleolíticas, como la de Willendorf o la de Lespugue, que
presentan actitudes muy similares.
Pero quizá este concepto sea un poco más amplio. El culto a la
Diosa Madre es el núcleo central de la religión de la Edad de Bronce,
y representaciones de Ella aparecen desde el sur de España hasta los
más elevados focos culturales de la época, como Egipto y Mesopotamia.
Por lo tanto, no sería aventurado interpretar estas imágenes como
representaciones personales de ese arquetipo de lo Femenino, que en
otras épocas tomó la forma de las grandes diosas y Vírgenes Madres
como Isis, Maya, María, etc.
La concepción estética de estos ídolos, así como la extremada
simplificación de las partes del cuerpo, especialmente la cabeza,
despertaron la admiración entre los artistas del siglo XIX. De entre
los músicos representados en el arte cicládico sobresale este arpista,
magníficamente elaborado en un lenguaje esquemático al máximo; su
abstracción y la geometría de sus líneas dan a la obra una “rabiosa
actualidad”, según algunos artistas de nuestro tiempo. No deja de
producirnos cierta emoción reconocer, latiendo bajo el estilo de
importantes figuras del arte abstracto, el espíritu de esta estética
simple pero elegante y sugestiva, presagio de la gran apoteosis que fue
la escultura clásica griega.
|