La imagen característica de la Virgen con el Niño -la Maiestas
Mariae- del estilo románico refleja a la Virgen sentada en su
trono, hierática y ausente, elevando en su regazo al Niño Jesús, cuya
anatomía y rasgos más bien parecen ser los de un hombre que los de un
niño; Jesús bendice con la mano derecha, y sostiene un rollo, un
pergamino, o la bola del mundo con la izquierda.
Parte de esos rasgos se advierten aún en esta obra, realizada en
madera, uno de los materiales más importantes en la construcción y
decoración medievales. Sin embargo, pertenece ya a los comienzos del
período gótico.
En la escultura gótica se reacciona contra los amanerados,
abundantes y retorcidos plegados del estilo románico de última hora, y
los ropajes se tornan sencillos, de escasos pliegues angulosos y de
composición clara y grandiosa. El paso del románico al gótico
reflejó una nueva forma de concebir el mundo, una nueva manera de
entender la realidad, y una forma distinta de concebir las relaciones de
lo humano con lo divino.
En esta obra, muy parecida a otra de la misma época que se encuentra
en la Catedral de Astorga (León), vemos cómo la Virgen inclina su
cabeza queriendo mirar al Niño, y dejando entrever algún sentimiento,
sin la rigidez propia del románico. |