El colapso definitivo de la mitad occidental del Imperio Romano en el
año 467 d.C. no extinguió el legado de la antigüedad clásica.Ya en
el año 330 el primer emperador cristiano, Constantino, había fundado
una nueva capital para los territorios orientales en el lugar de la
primera colonia griega de Bizancio, llamándola Constantinopla. Las
obras de arte que se produjeron durante los siglos VI y VII cuando estos
territorios orientales, más generalmente conocidos como el Imperio
Bizantino, estaban en la cumbre de su poder, reflejan la persistencia de
los ideales artísticos nacidos en Grecia y Roma. Que estos
ideales no eran incompatibles con las peticiones de la Cristiandad, se
puede constatar en esta fina placa que representamos.
Se trata de la hoja izquierda de un díptico, tallada en marfil, con
la figura de un arcángel, generalmente identificado como San
Miguel. El orbe que sostiene en la mano derecha está siendo
ofrecido probablemente a un emperador retratado en la hoja derecha del
díptico. Es notable la compostura clásica de la figura,
solemnemente implantada bajo el arco; aunque queriendo casi mostrar un
menosprecio por la ambientación espacial, el autor ha colocado en falso
y como resbalando los pies del arcángel sobre una escalinata.
Es probable que este gran marfil, que constituye una pieza notable de
la amplia producción de marfiles paleocristianos y bizantinos,
estuviera en Canterbury hasta el siglo XIV. Su ejecución es similar a
otras obras de arte de su época, como los Ángeles de los
mosaicos de Ravena. |