El uso de la lámpara es extraordinariamente antiguo. Ya
Herodoto menciona como algo habitual y conocido "La Fiesta de las
Lámparas" o Lychnokaie que se celebraba en Egipto, no
admirándole más que el extraordinario número de aquellas que
intervenían en dicha ceremonia. Ahora bien, fue con el Imperio
Romano cuando ya de forma generalizada el uso de la lámpara se
extendió por muchos otros países.
El arte musulmán no fue una excepción en el empleo de las
lámparas, utilizando desde las ornamentales de fastuosa riqueza (con
esmaltes, dorados, policromías y damasquinados, sobre todo en la
última época) hasta las más sencillas y austeras como la que aquí
presentamos.
Ésta consta de un hueco superior lobulado por donde se vertía el
aceite, sirviendo al mismo tiempo de depósito, conectado con la parte
anterior, de forma aplanada y cóncava, por donde afloraba la
mecha. Tiene asimismo un asa en la parte posterior de forma
vertical, y toda su base es achatada para permanecer estable sobre una
superficie plana.
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