Los versículos 22 a 28 del Capítulo XV del Evangelio según San
Mateo nos describen el episodio de la mujer cananea, a cuya hija
curó Jesús:
«Una mujer cananea de aquellos contornos comenzó a gritar
diciendo: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es
malamente atormentada por el demonio. Pero El no le contestaba
palabra. Los discípulos se le acercaron y le rogaron diciendo:
Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros. El
respondió y dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la
Casa de Israel. Mas ella, acercándose, se postró ante El, diciendo:
¡Señor, socórreme!. Contestó El y dijo: No es bueno tomar el pan
de los hijos y arrojarlo a los perrillos. Mas ella dijo: Cierto,
Señor, pero también los perrillos comen las migajas que caen de la
mesa de sus señores. Entonces Jesús dijo: ¡Oh mujer, grande es tu
fe!, hágase contigo como tú quieres. Y desde aquella hora quedó
curada su hija».
La representación escultórica que aquí presentamos recoge el
momento en que la cananea se postra ante Jesús rogándole. Los
discípulos contemplan la escena, y llama la atención el tamaño de las
manos que tiene el que está detrás de Jesús. Este detalle,
junto con el estilo general de la pieza, de algún modo, denotan una
tendencia a lo que podría llamarse «representación metafísica» o
simbólica de las cosas y seres -típica del arte egipcio-, en la que se
menosprecia la apariencia exterior y lo que los sentidos perciben, y
trata de mostrarse el ser o «naturaleza esencial» de esas cosas o
seres. |