Se llama Cultura Ibérica a la resultante de la influencia de
las culturas orientales, a través de la púnica y la helénica, sobre
los habitantes del sur y de este de la Península Ibérica, de la cual
tomó su nombre. Esta cultura tiene vida propia entre el siglo VI a.C. y
la época de la romanización, aproximadamente.
Es la más antigua cultura española de la que poseemos suficientes
vestigios como para tener un panorama más o menos completo; y aunque
nos falte el elemento que nos pone más fácilmente en comunicación con
los pueblos desaparecidos, la escritura, no por eso dejamos de tener
referencias escritas de ella en base a los textos clásicos latinos y
griegos.
Cultura más guerrera que comercial, los restos que de ella tenemos
demuestran su amor por el arte y su voluntad de rodearse de un mundo en
el que lo importante no fuera solamente la utilidad funcional de los
objetos, sino también la cualidad moral de la belleza de las
cosas. Así, armas, cerámicas, santuarios, vajillas y tocados nos
hablan de una vida posiblemente dura, pero no tosca. Este respeto
por lo bello les llevó a admirar y adaptar los estilos artísticos de
las culturas más refinadas de la época, las orientales, que crearon
dos áreas de influencia: en el este, el arte griego era admirado e
interpretado, y en el sur, la influencia fenicia que sirvió de
mediadora a las civilizaciones semíticas, y aun a la egipcia.
Su escultura no se limitó con ningún tipo de material concreto,
pero por las dificultades de conservación sólo nos han llegado obras
de piedra y de bronce. Las obras de bronce aparecen sobre todo en
depósitos de pequeñas estatuillas, en santuarios repartidos por la
Península, situados en cuevas y al abrigo de manantiales. Las más
señaladas se encuentran en las provincias de Jaén, Murcia y Albacete,
siendo Santa Elena, el Castellar de Santiesteban y el Collado de los
Jardines, los lugares que más cantidad de exvotos menores han
proporcionado. Las figuritas son de pequeño tamaño: generalmente miden
de 8 a 10 cm. de altura.
Estos exvotos simbolizan donaciones al santuario mediante las cuales
el devoto quedaba a amparo de la Divinidad, siendo muchas de ellas como
pequeños alfileres con cabeza humana, estilización simbólica donde la
cabeza es siempre lo más importante.
Se advierten tres tipos de gestos en las estatuillas: de ofrenda (con
las manos extendidas, presentando la ofrenda), de libación (mujeres y
guerreros que llevan un vaso sagrado) y de oración (con los brazos
extendidos mostrando la palma de las manos, con las manos replegadas
sobre el pecho o el vientre, con un brazo a lo largo del cuerpo y el
otro implorando, o con los dos brazos caídos).
Estos hallazgos nos han permitido construir los atuendos y tipos de
la época: guerreros con falcata o rodela, damas con manto y una especie
de mitra que recuerda a las peinetas, túnicas cortas y togas en la
época de la romanización...
Las actitudes suelen ser dignas y solemnes: los guerreros presentan
armas o las ciñen altivamente; las damas cruzan sus manos sobre el
pecho envolviéndose completamente en un manto. Abundan, sobre
todo, representaciones de caballos montados por sus jinetes, caballos y
bueyes tirando del sencillo carro íbero de dos ruedas.
Aunque este arte aparezca rudo y semi-manufacturado, y con tipos
repetidos, sus obras poseen la especial característica de no ser nunca
iguales, ya que cada una está sacada de un molde diferente por el
procedimiento de la cera perdida. Por su estilo arcaizante, estos
exvotos enlazan con las figuras etruscas y griegas, repitiendo rasgos
del arte corintio. pero los objetos encontrados junto a ellos
indican que los tipos perduran hasta muy avanzada la época imperial
romana, cuando ya en los países de origen otras formas de arte dejaban
estos modelos en el recuerdo. Este rasgo de aceptar lo mejor de otras
culturas y reelaborarlo como propio dándole nueva vida, es una
característica que se va a repetir en la historia del arte y la cultura
españoles, y de la que estos exvotos son un pequeño pero orgulloso
testimonio. |