La denominación «sarcófago» tiene origen griego, y significa
«comedor de carne». En tal sentido, en Egipto tendríamos que llamar
sarcófago tan solo al féretro que usualmente estaba en contacto con la
momia. El féretro o sarcófago es como una nave para surcar los
espacios psíquicos que separan la vida de la muerte. Es una caja de
protección contra los vientos de lo que los ocultistas actuales llaman
Mundo Astral, evitando el contacto con larvas y malos espíritus.
Debemos considerar que para los egipcios, así como para los esoteristas
de todas las épocas, el Alma, mientras es humana, no se separa
fácilmente del cuerpo físico ni del conjunto de sensaciones, afectos,
recuerdos, entusiasmos y desdichas que la vida terrestre pudo engendrar;
hace falta ayudarla a elevarse con el fin de evitarle, en lo posible,
dolores y trabajos. En esa Oculta Ciencia se habían especializado los
sacerdotes egipcios.
Los sarcófagos egipcios se hallan repartidos a miles por todos los
rincones del planeta, provenientes de las excavaciones del siglo XIX y
primera mitad del XX, en su casi totalidad.
Esta bella pieza representa la tapa de uno de ellos. Como única
figura, aparece representado Horus en forma de halcón, portando la
corona doble del Alto y Bajo Egipto (blanca y roja), con el Oreus,
o cobra erguida sobre la frente. Guarda una gran similitud con la más
conocida Estela del Faraón Uto (Museo del Louvre), y con la Estela del
Faraón User-il (University Museum, Filadelfia). |