Sesostris III

 

 

 

Egipto.  Imperio Nuevo.

XII Dinastía.

Original de esquisto.

Museo del Louvre. París.

 

Alto: 20, ancho: 9, prof.: 11

 

Zirconio-Mármol

125 €

Bronce

150 €

 

El Rey, con el torso desnudo, está representado de pie, con la pierna izquierda adelantada y los brazos caídos a lo largo del cuerpo.  El paño de ceremonia, un delantal triangular, aprieta sus riñones.

El cuerpo, sin edad, y de una belleza totalmente académi­ca, contrasta con el marcado rostro, de rasgos más indoeuropeos que egipcios.  El tocado Nemes, ornado con la cobra real, cubre la cabeza del Faraón. Ninguna inscripción en el pilar dorsal confirma el nombre de Sesostris III, pero la comparación con otras efigies conocidas de este Rey, permite atribuirle esta pequeña estatuilla de esquisto, testimonio de su gran reinado que duró un cuarto de siglo.

Sesostris III fue el quinto y, sin duda, el más guerrero de los monarcas de esta XII Dinastía, que aportó notables soberanos.

Sesostris, en idioma egipcio, significa «hombre de valor».  Esta palabra, precisada por los helenos, fue aplicada después a Ramsés el Grande cuya imagen, siempre testimonio de sus grandes proezas, cubría los muros de los templos.La confusión fue transmitida a Occidente, y se encuentra incluso en los escritos de Fenelón.

Sesostris III gobernó Egipto en una época crucial donde las primeras oleadas de los invasores asiáticos presionaban el Creciente Fértil (zona geográfica que comprende las grandes culturas antiguas de Egipto, Mesopotamia y Fenicia). La expresión patética y tensa, pero también cargada de esa energía feroz que el escultor supo reflejar hace treinta y ocho siglos en este extraordinario retrato, parece ser reflejo de las preocupaciones que asaltaron al Faraón.  Dándose perfecta cuenta del  peligro exterior que amenazaba a su país, ensancha las fronteras de Egipto, guerrea en Asia, rechaza a los libios y somete a los nubios.  Era el tiempo de los valerosos Sesostris, donde la Historia ubica la construcción de un canal que unía el Nilo con el Mar Rojo.  También fertilizaron El-Fayum mediante la construcción ¡ya en aquellos tiempos! de una presa con esclusas.

Estatuas y estatuillas, así como algunos bajorrelieves que se conservan en el Louvre, nos han legado el rostro de este Faraón, que fue también un gran constructor: en Licht, cerca de la entrada de El-Fayum, las ruinas imponentes de su pirámide hundida y de su templo funerario son reliquias de una época de esplendor de la civilización egipcia.

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