El Rey, con el torso desnudo, está representado de pie, con la
pierna izquierda adelantada y los brazos caídos a lo largo del
cuerpo. El paño de ceremonia, un delantal triangular, aprieta sus
riñones.
El cuerpo, sin edad, y de una belleza totalmente académica,
contrasta con el marcado rostro, de rasgos más indoeuropeos que
egipcios. El tocado Nemes, ornado con la cobra real, cubre
la cabeza del Faraón. Ninguna inscripción en el pilar dorsal confirma
el nombre de Sesostris III, pero la comparación con otras efigies
conocidas de este Rey, permite atribuirle esta pequeña estatuilla de
esquisto, testimonio de su gran reinado que duró un cuarto de siglo.
Sesostris III fue el quinto y, sin duda, el más guerrero de los
monarcas de esta XII Dinastía, que aportó notables soberanos.
Sesostris, en idioma egipcio, significa «hombre de valor».
Esta palabra, precisada por los helenos, fue aplicada después a Ramsés
el Grande cuya imagen, siempre testimonio de sus grandes proezas,
cubría los muros de los templos.La confusión fue transmitida a
Occidente, y se encuentra incluso en los escritos de Fenelón.
Sesostris III gobernó Egipto en una época crucial donde las
primeras oleadas de los invasores asiáticos presionaban el Creciente
Fértil (zona geográfica que comprende las grandes culturas antiguas de
Egipto, Mesopotamia y Fenicia). La expresión patética y tensa, pero
también cargada de esa energía feroz que el escultor supo reflejar
hace treinta y ocho siglos en este extraordinario retrato, parece ser
reflejo de las preocupaciones que asaltaron al Faraón. Dándose
perfecta cuenta del peligro exterior que amenazaba a su país,
ensancha las fronteras de Egipto, guerrea en Asia, rechaza a los libios
y somete a los nubios. Era el tiempo de los valerosos Sesostris, donde la Historia ubica la
construcción de un canal que unía el Nilo con el Mar Rojo.
También fertilizaron El-Fayum mediante la construcción ¡ya en
aquellos tiempos! de una presa con esclusas.
Estatuas y estatuillas, así como algunos bajorrelieves que se
conservan en el Louvre, nos han legado el rostro de este Faraón, que
fue también un gran constructor: en Licht, cerca de la entrada de
El-Fayum, las ruinas imponentes de su pirámide hundida y de su templo
funerario son reliquias de una época de esplendor de la civilización
egipcia. |