Pareja

sentada

 

Egipto.  Imperio Nuevo.

Hacia 1320 a.C.

Final de la Dinastía XVIII

y comienzo de la XIX.

Original de serpentina.

Museo del Louvre.  París.

 

Alto: 12, ancho: 7, prof.: 7

 

Zirconio

 

90 €

Bronce-Zirconio

120 €

 

El arte egipcio es proclive a la representación de la unidad familiar.  Son muchas las escenas en las que aparece la mujer egipcia sentada al lado de su esposo, como en el caso de esta encantadora pieza que podemos encontrar en el Museo del Louvre, y que es la ilustración misma de la dulzura de la civilización egipcia, de su humanidad, y de su alto grado de evolución.

A la esposa egipcia la llamaban «La Dama de Casa», «La Dueña de la Casa», «La Esposa Querida», y fue siempre el alma del hogar, su firme columna. Era el ejemplo ideal de mujer leal, cariñosa y fiel para el marido y los hijos; cuando el marido moría no le bastaba con llorar, sino que su corazón quedaba destrozado de tristeza por la pérdida de su esposo, y arrojaba puñados de barro sobre sus cabellos para expresar su fidelidad y afecto.

La relación del marido hacia su esposa era una mezcla de amor conyugal y un profundo respeto, casi religioso.  Este aspecto quedaba reflejado en la imagen de la diosa Isis, diosa del amor y del hogar conyugal, que estaba presente en el hogar de los egipcios. Entre los esposos había también una especie de amor fraternal, lo cual añadía mayor equilibrio en la relación matrimonial.

En la pieza que aquí contemplamos, sin inscripción -ya que esta debía estar grabada sobre el zócalo, que ha desaparecido-, nos encontramos en presencia de un alto funcionario a quien su «cálamo -es decir, la caña con la cual los egipcios escribían- le ha permitido acceder a los pies del Faraón». Él está vestido, como su esposa, con una larga toga de lino plisado, y la vestimenta de uno y otro, diferentes entre sí pero tan típicas en la mujer como en el hombre, hace remontar esta obra al final de siglo XIV antes de nuestra era.

Testimonios de un gran refinamiento se encuentran en la elaboración de las pelucas, en la gorguera, y en la diadema de orfebrería que lleva la mujer, así como en los dos tipos de taburetes sobre los que están sentados los personajes (nótese que el asiento de la mujer está provisto de un mullido cojín).

Los dos esposos se rodean afectuosamente con los brazos, que se cruzan a la altura de la cintura; la mano de cada uno debería estar en la espalda del otro. Están así representados en una actitud de reposo atento, una especie de contemplación de cara a su eternidad, ante la cual se presentan conscientes de las acciones que han debido hacerlos ganar su existencia supra-terrestre. Es probablemente una obra destinada a ser colocada en la capilla de la tumba de la pareja, o quizás en el templo, con el permiso del Faraón, figurando así como beneficiaria de la protección divina.

En efecto, a pesar de sus hermosos adornos, los dos personajes -probablemente tebanos- están representados descalzos, como conviene estar en una capilla o en un santuario.

Detrás se levanta una losa como para figurar el muro contra el cual están adosados y que no tiene inscripciones, como sucede con el «muro dorsal» de otras piezas análogas.

© Taller HORUS