Este magnífico rostro, impregnado al mismo tiempo de un gran encanto
y de una dulce serenidad, se corresponde totalmente con la renovación
artística que se produce en Egipto en la XXVI Dinastía, época llamada
saíta, ya que la capital se instala en Sais, en el Delta, o también neomenfita,
porque los escultores se esforzaron en encontrar de nuevo la
inspiración en el arte de los talleres menfitas de la época de las
pirámides.Estamos pues en el siglo VII a.C., y pronto la influencia de
la Hélade se dejará sentir en el rostro de las estatuas.
Esta fisonomía está tratada en un estilo mixto, ya que su
expresión, muy típica de la época, ilumina un rostro. Una
figura lograda, sin embargo, con ciertos artificios arcaicos como estos ojos
pintados de las estatuas reales del período clásico. Hay dudas en
reconocer, en este retrato de la época de Psamético, la imagen del
soberano mismo; podría ser que estuviésemos en presencia de la cabeza
de una estatua del dios OSIRIS ornada con un tocado análogo al del rey
del Alto Egipto, la mitra -adornada con la cobra erguida sobre la
frente- pero cuyos rasgos recuerdan a los del faraón de la época. |