El aprendizaje de las llamadas Bellas Artes en el antiguo
Egipto seguía una tradición de Discipulado. La pintura y la
escultura eran un Arte Sagrado y no cabía la afirmación
personal mediante la creación de nuevos diseños. Más bien el
artista debía buscar plasmar el espíritu de unos arquetipos
invisibles, los Dioses, en representaciones cada vez más depuradas por
una larga tradición. Así, los modelos eran fijos, y el
discípulo de un arte, en este caso la escultura, se ejercitaba copiando
una y otra vez los patrones que le proporcionaba su maestro, y de los
cuales se han encontrado varios en los talleres (como este
modelo). Inclusive se ha encontrado el modelo original y junto a
él la copia, algo deformada, del aprendiz.
El tipo de halcón aquí representado es esencialmente igual al más
antiguo conocido, unos dos mil años antes, y al más reciente, mil
años después, testimoniando con su inmortalidad la importancia
simbólica que tuvo este ave en el Antiguo Egipto.
Dueño indiscutible del cielo egipcio, el halcón peregrino era
considerado un ave sagrada. Varios dioses, especialmente Horus, eran
representados bajo la forma de un halcón o de un hombre con cabeza de
halcón. Personifica al Cielo y al Sol desde los cultos
predinásticos. Su combate contra Seth, el lado oscuro de Osiris,
relatado en la leyenda de este último, hace de él el Unificador del
doble país, el Alto y el Bajo Egipto, y Señor de la Realeza. De
su unión con Isis nacerán los cuatro hijos de Horus, guardianes de los
cuatro vasos canopes continentes de las vísceras del difunto
embalsamado. |