Divinidad local de la ciudad de Bubastis, en el delta del Nilo, la
gata Bastet, representada aquí con sus gatitos, simboliza el amor
maternal. Aunque está extendida sobre su costado con sus pequeños
jugando y mamando, sin embargo tiene una mirada inquieta y una pata
lista para el ataque.
Según la «leyenda de la diosa lejana», Bastet sería una forma
dulcificada de la feroz Sekhmet, la diosa leona, traída de Nubia en
donde reinaba por Thot-Onuris; éste último, en el paso de la primera
catarata, la depositó en el Nilo para aplacar sus pasiones: esta
leyenda ilustra el camino del flujo de la inundación desde su
nacimiento hasta el Delta.
Alcanzó su apogeo en el siglo IV a.C., siendo su templo en Bubastis
el más fastuoso, según cuenta Herodoto. Como ofrendas a la diosa, sus
devotos momificaban a sus gatos enterrándolos a la sombra de su
santuario, hecho constatado por las miles de diminutas momias
encontradas por los arqueólogos. Hay que tener en cuenta que los gatos
domésticos eran muy frecuentes en los hogares egipcios, pues estaban
considerados como protectores de la familia, y simbolizaban la presencia
de la chispa divina.
Este exvoto pertenece a la serie de los numerosos bronces de la
Época Baja en los que la diosa Bastet figura representada como un gato
sentado o, también, bajo el aspecto de una mujer con cabeza de gato. El
original puede contemplarse en el Museo del Louvre, y otro muy parecido,
aunque con cuatro crías en lugar de tres, se halla expuesto en el
Staatliche Museen, de Berlín. |