El arte egipcio se expresó también en piezas humildes de uso
cotidiano, que no obstante ponen de manifiesto la misma perfección
alcanzada en templos y esculturas.
Este objeto de tocador está formado por un disco de bronce que
descansa sobre el mango delicadamente cincelado. Representa una joven
desnuda, ataviada con una larga peluca y un collar, que evoca el rostro
de Hathor, la Diosa Madre de Egipto. Con el brazo izquierdo recogido en
un gracioso gesto, aprieta una golondrina contra su pecho. Como todas
las aves, la golondrina es símbolo del alma, de lo celeste y lo
espiritual; pero, además, es el ave mensajera de la primavera,
simbolizando el perpetuo retorno y la resurrección.
El espejo, como tal, contiene un simbolismo muy rico, de ahí que no
sea casual que en muchos cuentos y leyendas se hable de un “espejo
mágico”. Se ha dicho que es un símbolo de la imaginación, o de la
conciencia, como capacitada para reproducir los reflejos del mundo
visible. Y los espejos de mano, particularmente, son emblema de la
verdad; de ahí la frase que figura sobre un espejo chino en el Museo de
Hanoi: “Como el Sol, como la Luna, como el agua, como el oro, sé
claro y brillante, y refleja lo que hay en tu corazón”. |