Formados en las Casas de Vida construidas cerca de los
templos, los escribas laicos o clérigos, formaban parte de la misma
fraternidad protegida por el dios Thot. Para escribir, usaban
superficies de marfil, piedra, omóplatos de animales, tablas de madera,
cuero, lino, pedazos de alfarería rota (los ostraka), papiros y
el pergamino. Estos tres últimos materiales fueron los más
empleados, y principalmente el papiro, planta cuyas hojas, de 20 a 40
cm. de anchura, proporcionaban una superficie de excelente calidad y
resistencia.
La célebre estatua que aquí presentamos, cuyo original tiene una
altura de 53 cm, nos muestra a un escriba egipcio, y forma parte de los
materiales de Sakkara recogidos a mediados del siglo XIX por el
arqueólogo Auguste Mariette para enriquecer la colección del Louvre.
Se sabe que se llamaba Kai, hijo de Hamset, y existe otra escultura, en
el mismo museo, en la cual no aparece ejerciendo como escriba, sino
sentado en un trono, probablemente formando parte de algún tribunal, o
concediendo alguna audiencia.
Por su rígida frontalidad, por la expresión de su rostro, y quizás
también por el vivo colorido de la pintura que aún conserva, siempre
sorprendió la gran personalidad que denota este alto funcionario,
llamado generalmente el Escriba del Louvre, o el Escriba Sentado.
Vestido con un faldellín, está sentado con sus piernas cruzadas, en la
posición normal para escribir; con su mano izquierda sostiene un rollo
de papiro parcialmente desenrollado, y la posición de su mano derecha
nos permite suponer que llevaría en ella un cálamo, o pluma para
escribir. Los ojos son de ébano, con las pupilas de cristal insertadas
en una cápsula de cobre; el efecto logrado es tan realista, que parece
que su mirada te persiga por toda la habitación. |