El Rameseum, una de las obras más notables mandadas erigir
por Ramsés II, es también de las más señaladas en la arquitectura
egipcia. Sus ruinas constituyen hoy en día uno de los principales
ornamentos de la Tebas occidental, y la fundación del mismo está
relacionada con uno de los acontecimientos de los que más orgulloso se
sentía Ramsés II: la batalla de Kadesh, en la cual, el Faraón,
completamente separado de los suyos, se defendió contra las fuerzas que
lo rodeaban, abriéndose camino con sus propias manos hasta que, de
nuevo con los suyos, cargó contra el enemigo derrotándolo por
completo.
A partir de esta hazaña se constituyó una especie de epopeya, la
“Ilíada” de los egipcios, que se ha conservado sobre los papiros y
muros de los templos.
Escenas de esta batalla decoran el templo de Rameseum, y en este
fragmento se representa al Faraón en el momento cumbre de la impetuosa
carga. Sobre el ligero carro, donde se encuentran sujetos el carcaj
y las flechas, el rey, con la corona azul de la guerra (Kheperesh)
hecha en bronce, tensa el arco con el que va asaeteando a sus enemigos.
Por encima suyo vemos al buitre Nekhebet con las alas desplegadas en
ángulo recto, símbolo de protección. Los caballos, con el cuerpo
cubierto con mantas de colores y penacho de plumas en la cabeza, jugaron
tan importante papel que el rey quiso que sus nombres quedaran grabados
en el relieve. |