Escarabajo

conmemorativo

 

 

 

Egipto.

Hacia 1400 a.C.

 

Alto: 4, ancho: 7, prof.: 10

 

 

 

 

 

Zirconio

100 €

Bronce-Zirconio

125 €

 

En Egipto el Escarabajo Sagrado era el más venerado, así como el más frecuente y familiar de todos los símbolos.  Era el adorno preferido en grabados, muebles caseros y utensilios, no habiendo momia que no tuviera alguno, aunque fue utilizado principalmente como amuleto, o como sello.

A partir del reinado de Hatsepsut, los faraones de la XVIII Dinastía hicieron grabar pequeños textos en la base de estas figuras, como alusiones a un acontecimiento histórico o elogios al Faraón, siendo especialmente grandes y numerosos los escarabajos de Amenophis III.  La mayoría de ellos se han encontrado en Egipto, aunque algunos proceden de regiones tan alejadas como Sudán y Siria.  Relatan acontecimientos importantes y desempeñan el mismo papel que nuestras medallas o nuestros sellos conmemorativos.

Nuestro ejemplar, del que se conocen unas cincuenta versiones muy similares, conmemora el matrimonio de Amenophis III y Tiy.  El texto de este sello se ha traducido como sigue:

«Vida a Horus, el Todo Poderoso, el que en verdad se manifiesta, el de las Dos Diosas, el que establece las Leyes, el que pacifica las Dos Tierras, el Horus de Oro, grande en vigilancia, que somete a los asiáticos, el Rey del Alto y Bajo Egipto, Nebmaatre, el Hijo del sol, Amenophis soberano de Tebas, dotado de vida.

La Gran Esposa Real, Tiy, que viva eternamente; el nombre de su padre es Ynia; el nombre de su madre es Tuya; es la esposa de un Rey poderoso cuya frontera sur llega hasta Karo y (la frontera) norte hasta Naharina».

El escarabajo simboliza la gran ley de la transformación, el renacimiento, la renovación constante de la existencia, la capacidad de elevarse desde lo terrestre hacia mundos más sutiles; el mismo nombre egipcio del escarabajo, kheper, que significa ser, llegar a ser, hacerse, formar o construir de nuevo, nos da idea de su simbolismo. Y simboliza también al Discípulo, aquel que se transforma en un ser más espiritual. De la misma forma que este coleóptero abre sus élitros y despliega unas finas alas, el corazón del hombre, el mundo de las apariencias, debía someterse y romperse para liberar al Escarabajo Alado de su interior: el Espíritu. Este principio puede ser comparado al yo consciente de la psicología contempo­ránea, ya que es con él con quien el individuo se identifica durante su vida

© Taller HORUS