En Egipto el Escarabajo Sagrado era el más venerado, así como el
más frecuente y familiar de todos los símbolos. Era el adorno
preferido en grabados, muebles caseros y utensilios, no habiendo momia
que no tuviera alguno, aunque fue utilizado principalmente como amuleto,
o como sello.
A partir del reinado de Hatsepsut, los faraones de la XVIII Dinastía
hicieron grabar pequeños textos en la base de estas figuras, como
alusiones a un acontecimiento histórico o elogios al Faraón, siendo
especialmente grandes y numerosos los escarabajos de Amenophis
III. La mayoría de ellos se han encontrado en Egipto, aunque
algunos proceden de regiones tan alejadas como Sudán y Siria.
Relatan acontecimientos importantes y desempeñan el mismo papel que
nuestras medallas o nuestros sellos conmemorativos.
Nuestro ejemplar, del que se conocen unas cincuenta versiones muy
similares, conmemora el matrimonio de Amenophis III y Tiy. El
texto de este sello se ha traducido como sigue:
«Vida a Horus, el Todo Poderoso, el que en verdad se manifiesta,
el de las Dos Diosas, el que establece las Leyes, el que pacifica las
Dos Tierras, el Horus de Oro, grande en vigilancia, que somete a los
asiáticos, el Rey del Alto y Bajo Egipto, Nebmaatre, el Hijo del sol,
Amenophis soberano de Tebas, dotado de vida.
La Gran Esposa Real, Tiy, que viva eternamente; el nombre
de su padre es Ynia; el nombre de su madre es Tuya; es la esposa de un
Rey poderoso cuya frontera sur llega hasta Karo y (la frontera) norte
hasta Naharina».
El escarabajo simboliza la gran ley de la transformación, el
renacimiento, la renovación constante de la existencia, la capacidad de
elevarse desde lo terrestre hacia mundos más sutiles; el mismo nombre
egipcio del escarabajo, kheper, que significa ser, llegar a
ser, hacerse, formar o construir de nuevo, nos da idea de su
simbolismo. Y simboliza también al Discípulo, aquel que se transforma
en un ser más espiritual. De la misma forma que este coleóptero abre
sus élitros y despliega unas finas alas, el corazón del hombre, el
mundo de las apariencias, debía someterse y romperse para liberar al
Escarabajo Alado de su interior: el Espíritu. Este principio puede ser
comparado al yo consciente de la psicología contemporánea, ya
que es con él con quien el individuo se identifica durante su vida |