La mentalidad egipcia fue trabajada en la fragua del simbolismo.
Pero en este terreno, resbaladizo en grado sumo, hay que andar con
extremada precaución. De otro modo, nos exponemos a atribuir a los
antiguos más de un sueño puramente moderno, tal como le ocurrió a
Frazer, que se atrevió a decir que la fragmentación del cadáver del
dios Osiris simbolizaba la siembra al voleo... Como dijera el profesor
Livraga, deducciones como la de Frazer, en el Egipto de hace unos 5.000
años, hubiesen hecho reír incluso a la misma Esfinge.
Este pequeño y bello ejemplar es una muestra del simbolismo en el
arte egipcio. Justamente vemos aquí tres de los elementos más
repetidos e importantes en la religión egipcia: el báculo Uas
(a ambos lados), la cruz Ankh, y la Columna de la Estabilidad o
pilar Djed. El báculo o bastón Uas simboliza el poder de
caminar en lo invisible (que para nosotros es “la obscuridad”); es
el que sirve para matar a la serpiente Apap (o Apophis), la oscura
materia. Este bastón es un atributo relacionado con Anubis, el dios con
cabeza de chacal, y está rematado por arriba con una esquematización
de su cabeza, y por abajo con las patas de la Oca, que pueden
caminar sobre el fango, vencer el barro del caos... La Columna de
la Estabilidad Djed contiene cuatro peldaños como símbolo de
los cuatro elementos o principios de la materia matriz.
El Ankh o llave de la vida (que pasó a formar parte de la
iconografía y el simbolismo cristianos con la denominación de «cruz ansata»,
o cruz con asa) representa: por el círculo superior, el mundo divino;
el trazo horizontal, el horizonte por donde despunta el Sol cada
mañana; y el trazo vertical es el sendero que debe recorrer el hombre
para acceder a la divinidad. Fue el símbolo de los grandes Iniciados,
aquellos que conocían las leyes de la Naturaleza y tenían la llave de
sus Misterios. Sólo los dioses eran representados con el Ankh; en
muchas pinturas se ve a dioses o diosas dando vida al faraón,
tocándole la boca con este símbolo. |