El dios Amón, representado bajo apariencia humana, es reconocible
por sus altas plumas fijadas en un birrete con el disco solar. Se dice
que estas plumas de avestruz simbolizan su origen celeste, y se agitaban
movidas por los “vientos mágicos” que producía el dios.
Nacido de la Ogdoada Hermopolitana, Amón es el soplo
invisible que anima la creación porque gobierna los vientos. Es el dios
del «Silencio y el Secreto». Ha sido asociado a Ra, el Sol, que es su
soporte celeste, pero se encuentra más allá del disco (Atón), pues es
el Sol Espiritual.
Fue la ciudad de Tebas la que desarrolló su culto. Dios de los reyes
tebanos de la gloriosa época del Imperio Nuevo, deviene con el tiempo
en el dios supremo, el «Rey de los Dioses». Durante las fiestas reales
que se desarrollaban en Luksor, presidía los Misterios del Nacimiento
Divino y los de la Creación del Mundo. En el templo de Karnak, huellas
talladas en la piedra marcan el paso del dios invisible en el mundo,
donde rige las profecías.
En su aspecto fecundante se le llama Min, anagrama de su jeroglífico
«IMN» que significa «El Oculto». Un himno muy antiguo lo llama
«Ammen Ra» y lo proclama «Señor de los tronos de la Tierra... Señor
de la Verdad, Padre de los dioses, creador del hombre.» Encontraremos
otra vez la consonancia «Amen» en el saludo sagrado del cristianismo,
que no es sino una reminiscencia de este dios del Misterio. |