Amón

 

 

 

Egipto. Época Baja.

Original en serpentina.

Museo del Louvre. París.

 

Alto: 15, ancho: 2, prof.: 5

 

 

 

Resina-Madera

90 €

 

El dios Amón, representado bajo apariencia humana, es reconocible por sus altas plumas fijadas en un birrete con el disco solar. Se dice que estas plumas de avestruz simbolizan su origen celeste, y se agitaban movidas por los “vientos mágicos” que producía el dios.

Nacido de la Ogdoada Hermopolitana, Amón es el soplo invisible que anima la creación porque gobierna los vientos. Es el dios del «Silencio y el Secreto». Ha sido asociado a Ra, el Sol, que es su soporte celeste, pero se encuentra más allá del disco (Atón), pues es el Sol Espiritual.

Fue la ciudad de Tebas la que desarrolló su culto. Dios de los reyes tebanos de la gloriosa época del Imperio Nuevo, deviene con el tiempo en el dios supremo, el «Rey de los Dioses». Durante las fiestas reales que se desarrollaban en Luksor, presidía los Misterios del Nacimiento Divino y los de la Creación del Mundo. En el templo de Karnak, huellas talladas en la piedra marcan el paso del dios invisible en el mundo, donde rige las profecías.

En su aspecto fecundante se le llama Min, anagrama de su jeroglífico «IMN» que significa «El Oculto». Un himno muy antiguo lo llama «Ammen Ra» y lo proclama «Señor de los tronos de la Tierra... Señor de la Verdad, Padre de los dioses, creador del hombre.» Encontraremos otra vez la consonancia «Amen» en el saludo sagrado del cristianismo, que no es sino una reminiscencia de este dios del Misterio.

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