Fotografia de la Pieza  

Incensario

japonés

 

 

Arte japonés.

A partir del siglo VI.

Colección privada.

 

Alto: 13, ancho: 12, prof.: 12

 

 

Bronce-Fundición

650 €

 

En un sentido general, el incienso cumple la función simbólica de elevar las plegarias al Cielo -a través de su perfume y de su humo- por lo que ha sido tomado como emblema de la función sacerdotal. Como todo humo, el humo del incienso es la imagen de las relaciones entre el Cielo y la Tierra, y simboliza además la oración, pues como ésta, sube hacia el Cielo, dejando en el templo sus «aromas místicos». La sutileza imperceptible de estos aromas se asocia con cierta presencia espiritual y con la naturaleza del alma. Por otra parte, el incienso se obtiene a partir de la resina de ciertos árboles originarios de Arabia, India y África, y al ser ésta una substancia incorruptible, el perfume del incienso desempeña un importante papel de purificación. El incienso es usado también con fines específicos de protección, o para alejar malas influencias de todo tipo. Nadie duda de su valor pues el hombre ha venido utilizándolo en sus rituales y ceremonias desde la más remota antigüedad, y fue, además, uno de los tres regalos que los Reyes Magos ofrecieron al Niño Jesús.

Con la introducción del budismo en Japón (siglo VI), se instauró también en este país la «ceremonia del incienso», kodo, que durante la era Genroku (1688-1700) llegó a tener una importancia similar a la ceremonia del té, chanoyu, o al arreglo floral, ikebana. Al entrar en un templo budista, a menudo se percibe en primer lugar el agradable olor del incienso; y en todos los monasterios budistas solía haber un salón llamado precisamente kodo, donde, al olor del incienso, los monjes se reunían para recitar textos sagrados, oír sermones, o realizar determinados rituales. Aunque originariamente la ceremonia del incienso estuvo asociada al budismo, para las damas de la corte del período Heian (794-1185) la prolongada fragancia del incienso hizo de éste una parte indispensable en su tocador, hallándose muchas descripciones de su uso en los Cuentos de Genji y otros textos.

Un verso pali para el ofrecimiento de incienso se refiere al Buda como «Aquél de cuerpo fragante y rostro fragante, fragante con infinitas virtudes». Este poema trata de expresar la idea de que el Buda tenía «olor de santidad»: un cierto “aire” que sugería su glorioso carácter y virtudes. El incienso sirve para rememorar ese olor, esa fragancia.

El incensario o pebetero que aquí presentamos tiene una estructura basada en formas geométricas que simbolizan lo espiritual: el círculo y el triángulo. Es redondo, pero vemos que guarda un orden triádico o triangular en su composición: normalmente se ponía encima del fuego apoyado sobre las tres patas que constituyen su base; el cuerpo del recipiente está adornado con la representación estilizada de tres aves (que también simbolizan lo elevado y espiritual); la tapa tiene tres amplios agujeros para dejar salir el humo perfumado del incienso; y en la parte superior, tres hojas superpuestas conforman una pequeña cima, cuya cúspide la constituye una especie de capullo que es a la vez el centro del incensario.

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