El período de los Tang corresponde a una de las épocas más
importantes de la historia de China, tanto desde el punto de vista
político como desde la vertiente cultural; dicha dinastía consiguió
trescientos años de prestigio, de vitalidad, de expansión y creación
literaria y artística. La escultura en este período se caracteriza por
un evidente gusto épico, y por una impresión de dignidad, fuerza y
seguridad, alejada de la dulzura gupta. Eso se ve, por ejemplo,
en los bajorrelieves que representan los seis caballos de la tumba del
emperador Taizong (627- 649), que muestran un gran realismo en la
realización del cuerpo y la captación del movimiento de los animales.
Este dominio en la representación animalística aparece también en el
caballo alado o en los colosales leones guardianes de la tumba del
emperador Gaozong (650-683), y en otras esculturas de perros de caza,
camellos, búfalos, etc.
Los caballos Tang son extraordinariamente naturales; están
representados en reposo o relinchando, haciendo cabriolas o galopando;
son animales nobles, hermosos, de patas finas, cabeza esbelta, aunque
más musculosos que los grandes caballos tártaros de las estepas de los
Wei. Los chinos conocían y apreciaban mucho a los caballos y habían
cruzado los suyos indígenas con los sementales de Persia, el caballo al
que nosotros denominamos árabe, y las figurillas Tang representan la
hermosa mezcla, que montaban fácilmente las bellas amazonas chinas. Los
poetas Tang de la corte describen las cabalgadas de Yang Kuei-fei por
los grandes parques de la capital, así como las partidas de polo que
las amazonas imperiales jugaban en los jardines de palacio.
De la bella pieza que aquí presentamos, cabe mencionar la forma de
tratar ciertos detalles como el robusto cuello con las crines cortas,
orejas enhiestas y hacia delante, boca abierta, belfos resoplantes, y la
cola anudada para no estorbar el galope, detalles que nos recuerdan a
los caballos de terracota de la tumba del emperador Ch’in Shih Huang
Ti (259-210 a.C.). Este caballo lleva además gualdrapas ornamentadas,
albarda, silla y riendas. El artista ha sabido captar magistralmente no
sólo la forma del animal, sino también la postura en la que se
encuentra, con una pata delantera levantada y la cabeza ligeramente
inclinada hacia abajo.
Muy similar a este, se presentó otro caballo de la Dinastía Tang
(desenterrado en Luoyang, provincia de Henan), en el Museo Guggenheim de
Bilbao, durante la exposición de 1998: “China, 5.000 años”. |